Educar es tarea de los padres. También puede haber colegios especialmente involucrados que se preocupen por la educación, no solo por la formación académica de los alumnos. Pero la educación de la afectividad y de la sexualidad compete a los padres. Es una cuestión delicada en los tiempos que corren y si el padre o la madre se queda al margen porque, ya se sabe, hay mucho trabajo, no tengo tiempo para nada, está faltando gravemente a unos de sus deberes más trascendentales.
El dejar pasar, no preocuparse de esos temas, puede llegar a una gravedad que solo se percibe a veces cuando está todo perdido. El ambiente en el que viven muchos jóvenes está, con demasiada frecuencia, muy degradado por la pornografía. ¿Todavía hay padres que no se han enterado? Son esos padres que en ningún momento se han planteado hablar con detenimiento, con confianza, con detalles, con sus hijos.
Los chavales deben aprender a amar, pero en el ambiente no encuentran demasiado de eso. En casa, si hay un poco de sensatez, los padres se darán cuenta de que hay que estar atentos. Y sin embargo hay muchos padres que les dejan, desde muy pequeños, a los hijos un móvil en donde, sin ninguna dificultad, pueden encontrarse los contenidos más perniciosos que el propio padre pueda imaginar.
“Cada vez resulta más patente que la educación sexual, inseparable de la educación afectiva, debe comenzar antes de la adolescencia, antes de los trastornos de la pubertad, mucho antes de las situaciones de urgencia. Son escasos los autores que se atreven a formular -en este terreno- planteamientos educativos destinados a los niños, especialmente en el ámbito familiar” (p. 14). Así se explica una experta, Inés Pélissié, en un libro muy recomendable: “¡Por favor, háblame del amor!”.
Para los educadores atentos no es ninguna novedad. Para los padres que están cerca de sus hijos, está todo bastante claro, pero el problema es el número importante de progenitores que solo pretenden tener contentos a los hijos, o sea, consentidos, que no se quejen. Y no se dan cuenta del mal tremendo que se hace a un chaval dejándole solo en su habitación con la televisión o con el móvil.
Incluso para padres perfectamente involucrados viene bien este tipo de lecturas. En este libro se concreta que se le debe decir a un niño pequeño, de 3 a 5 años, cuando hace preguntas totalmente inocentes. O, lo que es más delicado, cómo explicar el por qué, el cómo y el cuándo de las relaciones sexuales a un niño de 9 años. Son temas delicados e importantísimos. Hay padres y madres que sí que saben. Especialmente en familias numerosas, porque tienen más consciencia el padre y la madre de que los niños ven cosas, con toda naturalidad, que precisan de una explicación.
“¿Cómo hablarle de la vida y del amor? Porque nuestros hijos esperan que les hablemos de amor, y que demos un sentido a las cosas. Preguntan el ‘porqué’. con demasiada frecuencia el problema radica ahí. La educación sexual contemporánea ofrece respuestas al ‘cómo’, Pero permanece muda ante los ‘porque’ de nuestros hijos”. Más vale un año de antelación que llegar cinco minutos tarde. En un ambiente de familia acogedora, con padres que dedican tiempo a sus hijos, que se reza y se divierten juntos, esto es fácil.
Ángel Cabrero Ugarte
Inés Péllissié du Rausas, ¡Por favor, háblame del amor!, Ed. Palabra 2016