El Profesor Uspenski desarrolla
en este trabajo un profundo estudio histórico, teológico y artístico sobre los
iconos. En primer lugar investiga históricamente, a través de la Arqueología y de la Patrología los
vestigios del primitivo arte cristiano. Con ello muestra la compatibilidad
entre arte y fe desde el comienzo de la vida cristiana: "Es bien conocida la
existencia de frescos en las catacumbas desde los primeros siglos. …si se
hubiera visto incompatible habrían reaccionado" (p. 34).
Poco después añadirá, con fuerza: "La amplia difusión de
las imágenes en los siglos posteriores resultaría incomprensible e inexplicable
si éstas no hubieran existido con anterioridad" (36). Así pues, esas imágenes servían
para explicar la encarnación y la resurrección en un mundo hostil: "La Iglesia comenzó hablándoles
con un lenguaje que estuviera más a su alcance que una imagen directa. Ésta es,
a nuestro parecer, una de las principales causas de la abundancia de símbolos
en los primeros siglos del cristianismo" (p.37). Finalmente añadirá: "La
imagen, por tanto, pertenece a la naturaleza misma del cristianismo, porque
éste no es tan solo revelación del Verbo de Dios, sino también de la Imagen de Dios manifestada
por el Dios-hombre" (p. 38).
Como no podía ser de otro modo, el autor estudia con
profundidad los tres tratados de San Juan Damasceno sobre el arte cristiano que
sirvieron de fundamento teológico a la herejía iconoclasta que se desarrolló en
los siglos VIII y IX en la Iglesia
Oriental. En efecto el Damasceno recoge con
gran claridad la doctrina de la
Iglesia en defensa de las imágenes contra los iconoclastas y
quienes confundían la imagen cristiana con un ídolo.
San Juan Damasceno afirmaba en su Tratado De fide ortodoxa:
"Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios". Y añadía: "las imágenes
de estos hombres, como las de los santos neotestamentarios,
no pueden conducirnos a la idolatría pues ahora conocemos la imagen de Dios en
el hombre" (Damasceno, PG 94, 1328).
El propio Concilio VII de Constantinopla, aunque no haya
sido reconocido como ecuménico por la
Sede de Pedro, recordó que: "la tradición de hacer imágenes
existe desde los tiempos de la predicación apostólica"(Mansi XIII, 252).
Resulta de un gran interés el estudio que hace el autor del
icono de la Santa Faz,
que se veneraba en Edesa y que desapareció en el siglo XIII con la destrucción
de Constantinopla en el 1204, del que hay una copia en la catedral de Lyon que
data del siglo XIII, regalo del papa Urbano IV a su hermana, la abadesa
cisterciense de Monasteriolum
de la diócesis de Laon.
Como afirma Uspenski: "El icono
de María se distingue del de los demás santos y ángeles tanto por la variedad de su
tipología iconográfica como por la cantidad e intensidad de su veneración". Así
pues serán venerados desde la antigüedad los tres iconos de María atribuidos a
San Lucas: la Virgen
de la ternura, del camino y de la oración (p.59). La conclusión es clara: "con
este arte, los cristianos buscaban transmitir no sólo lo que es visible para
los ojos de la carne sino también lo que es invisible, es decir el contenido
espiritual de lo representado" (64).
José Carlos Martín de la Hoz
L. A. USPENSKI,
Teología del
icono, ed. Sígueme, Salamanca 2013, 555 pp.