El carnaval solo tiene sentido históricamente por la Cuaresma y para la Cuaresma. Aunque sea de por sí una exageración, una costumbre antigua, con un planteamiento escasamente cristiano, en todo caso era una preparación, una despedida del folklore, de la diversión, sabiendo que luego venía la penitencia, la expiación, el tiempo de oración y, por lo tanto, de más recogimiento.
Luego, históricamente, se ha comprobado que cuanto más carnaval menos Cuaresma. Es un signo de la descristianización de la sociedad, del paso de un ambiente cristiano generalizado como había en nuestro país, a un ambiente laicista que, sin embargo, no olvida esas fiestas que suponían una costumbre cristiana, como es la Cuaresma. Cuanto más desmadre carnavalesco menos sentido cristiano. Todo un desvarío.
Y por lo tanto no podemos sorprendernos de que la imagen que tenemos de esas fiestas sea de un desmadre inmoral, obsceno, impresentable para una sociedad con cierto sentido cristiano de fondo. Y lo peor es que esas personas que en principio son cristianas, al menos bautizadas, pero que van dejando su práctica religiosa por desidia, por falta de lucha, se apuntan encantados al desmadre.
Para los cristianos que procuramos seguir siéndolo en las circunstancias normales, los carnavales nos sirven, al menos, para recordar que comienza la Cuaresma. Es como un aviso público y notorio, por si a alguno se le olvidara, sobre todo teniendo en cuenta que este año ha llegado especialmente temprana. Salen en la televisión todas esas imágenes absurdas de folklore impúdico y pensamos que ha llegado ese tiempo de penitencia.
Así que no hay mal que por bien no venga y muchos, avisados por esas imágenes en los medios de comunicación, hemos asistido a misa el miércoles, con ánimo de recibir la ceniza como un sacramental que nos da una gracia especial para afrontar este tiempo de penitencia, tan importante para vivir con intensidad la Semana Santa. Son momentos de gran importancia para los cristianos, para los que nos lo creemos y lo vivimos.
Tiempo de penitencia. La Iglesia nos indica unas cuantas cosas, pero muy pocas. Día de ayuno y abstinencia el miércoles de ceniza y el Viernes Santo. Abstinencia de comer carne los viernes de Cuaresma. Esto es bien sabido desde siempre, pero conviene recordarlo porque no está en el ambiente. Cualquier persona que asiste a misa los domingos lo habrá oído, pero en el día a día nadie nos lo recuerda. La sociedad nuestra no está para estas cosas.
Nos dice el Papa en su mensaje para este tiempo de penitencia: “Dios no se cansa de nosotros. Acojamos la Cuaresma como el tiempo fuerte en el que su Palabra se dirige de nuevo a nosotros: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud» (Ex 20,2). Es tiempo de conversión, tiempo de libertad. Jesús mismo, como recordamos cada año en el primer domingo de Cuaresma, fue conducido por el Espíritu al desierto para ser probado en su libertad”.
Tiempo de conversión, de penitencia y, por lo tanto, de libertad, porque no hay peor esclavitud que el pecado.
Ángel Cabrero Ugarte