El Catecismo romano

 

En el siglo XVI, al término del Concilio de Trento, la Iglesia universal pudo disponer del tesoro de una fe renovada, que fue maravillosamente expresada tanto en los grandes cánones y constituciones dogmáticas del Concilio, que abarcaban los aspectos dogmáticos y disciplinares necesarios para hacer frente a la crisis más profunda de la Iglesia desde los tiempos de Arrio.

También se publicaron importantes documentos de carácter litúrgico y celebrativo, como fueron la profunda renovación y unificación de la Liturgia de las Horas, el llamado Breviario Romano, y el Misal de san Pío V que, con sus rúbricas, recogía la riqueza de la liturgia romana y la hacía ya universal.

Asimismo, todos aquellos cánones y documentos dogmáticos que respondían a las dudas e inquietudes sembradas por Lutero, así como la puesta a punto y renovada exposición de la verdadera fe de la Iglesia, fue ordenada merced a la pluma de los grandes teólogos imperiales, Domingo de Soto y Bartolomé de Carranza.

Estos grandes teólogos, además eran ambos autores de un catecismo de la doctrina cristiana, y redactaron de forma sistemática y ordenada un extenso catecismo de preguntas y respuestas, que contenían los importantes textos de la Sagrada Escritura, de la Tradición de los Padres y de las riquezas del Magisterio Universal. Es decir que aquella ordenación de ese catecismo fue publicada con el título del primer catecismo universal.

Se trataba, por tanto, de un gran instrumento dirigido al estudio y meditación de los pastores y destinado a la conservación, profundización y trasmisión de la fe, por eso el Catecismo Romano se denominó también catecismo de párrocos o de san Pío V. Tampoco estuvo exenta de dificultades su publicación en lengua castellana y su traslación a América y su difusión hasta el último rincón del Imperio de Felipe II, pues por un problema de regalías y de roces con el Estado Vaticano, estuvo retenida la bula de publicación del catecismo en castellano, traducido del latín de la edición del catecismo Romano hasta 1786.

Efectivamente, el profesor Alfredo García Suárez descubrió que el catecismo universal de la Iglesia, el catecismo Romano era un corta y pega del Catecismo de Soto con algunos textos tomados del de Carranza. Este descubrimiento impulsó el estudio de la Teología de la Escuela de Salamanca y, como consecuencia, se descubrió las raíces teológicas de Trento en el tomismo renovado en Salamanca con Vitoria, Soto, Cano y tantos otros. Asimismo, otro profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, don Pedro Rodríguez descubrió en los Archivos Vaticanos los textos originales del catecismo de Trento y pudo corroborar y fundamentar aquél otro hallazgo y realizar la primera edición histórico crítica del Catecismo Romano, una verdadera joya de la historia de la teología

Ahora que celebramos el cincuenta aniversario de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra es buen momento para recordar tantas aportaciones de esa Facultad, en primer lugar, las revistas de investigación, los Manuales de Teología y Filosofía y Derecho Canónico y, sobre todo, tantos alumnos y tantos profesores preparados para el servicio a la Iglesia

José Carlos Martin de la Hoz