El profesor Dirk Ansorge de la Universidad de Fráncfort del Meno en Alemania. Ha redactado un extenso trabajo sobre historia de la teología cristiana y ya casi al final entre tantas teorías del siglo XX nos señala un tema que sigue siendo de gran actualidad: “el chivo expiatorio”.
Efectivamente, según la teoría del famoso pensador del siglo XX, René Girard, sobre la violencia, establece el “mecanismo del chivo expiatorio” , es decir alguien inocente que, a modo de chivo, carga con la culpa de todos: “dirigiendo la violencia difusa a una víctima común, se llega a una satisfacción provisional de la comunidad. Pues el sacrificio cultual está a juicio de Girard, en condiciones de sujetar -al menos momentáneamente- la violencia inevitable en toda comunidad a consecuencia de la estructura humana fundamental de deseo e imitación contribuyendo así a la satisfacción provisional de una sociedad” (388).
Precisamente, el panorama que acabamos de vivir los cristianos en la Semana Santa y que vamos a anunciar con nuestra vida y con la liturgia de la resurrección, hombres y mujeres del mundo entero de toda clase y condición, jóvenes y mayores, ricos y pobres centrados y descentrados, sanos y enfermos, es radicalmente bien distinto.
Lo que vamos a vivir y trasmitir quienes tenemos el don de la fe cristiana es que Jesucristo, la segunda persona de la Santísima Trinidad, se encarnó en las entrañas purísimas de santa María, adoptó nuestra naturaleza y cargó con nuestros pecados por amor y se entregó a Dios Padre en sacrificio expiatorio por todas las miserias de todos los hombres de todos los tiempos. Y todo eso lo hizo por amor a todos y cada uno de los hombres.
Como afirmaba san Juan Pablo II en la “Tertio Millenio Adveniente”, la historia de la Iglesia se divide en dos: antes de la venida de Jesucristo era el hombre que buscaba a tientas a Dios. Después de la venida de Jesucristo, es Él quien viene a nuestro encuentro todos los días para acompañarnos en el camino de nuestra vida.
De hecho, cuando los paganos dialogaban con san Agustín en el siglo IV le preguntaban: ¿Dónde está tu Dios? Y le enseñaban sus ídolos, su dinero, joyas y linajes y placeres. El santo de Hipona les mostraba el cielo y su corazón transido de amor a Cristo y, en Cristo, lleno de todas las almas.
Muchas veces el papa Francisco ha concedido entrevistas a los medios de comunicación con la intención de dar la cara por los cristianos y las familias cristianas del mundo entero. Precisamente, el Santo Padre Francisco se ha prestado como chivo expiatorio para dar la cara por la Iglesia universal repetidamente y ha cargado con todas nuestras desorientaciones y desvaríos, con los errores de tantas familias cristianas.
José Carlos Martín de la Hoz
Dirk Ansorge, Historia de la teología cristiana. Épocas, pensadores, derroteros, ediciones Sal Terrae, Santander 2023, 417 pp.