Una de las fuentes más importantes para conocer de cerca la vida del cristianismo primitivo en la Hispania, y en concreto en la provincia romana de la Bética, en los primeros siglos de la vida de la Iglesia, son las Actas del Concilio de Elvira, también llamado iliberritano, cerca de la actual Granada, en la Elvira de los árabes, que tuvo lugar al comienzo del siglo IV, unos pocos años antes de la paz constantiniana del año 313 y mucho antes de la declaración de Teodosio del cristianismo como religión oficial del Imperio romano.
De esas actas podemos deducir muchos datos históricos, religiosos, tanto de la vida de los pastores como del pueblo fiel, jurídicos, sociales, que nos servirán para contrastar con otras fuentes indirectas, como son las cartas de san Pablo, san Ireneo de Lyon, san Cipriano, san Agustín, las actas de los mártires y poco más. La documentada aparición del obispo Osio de Córdoba cuya importancia será aún mayor en el Concilio universal de Nicea del año 325, nos aporta información de gran valor para ilustrar la fidelidad al evangelio de la Iglesia en España en los primeros siglos, sus mártires y la extensión de la fe desde el apóstol Santiago.
Asimismo, las actas del concilio recopiladas por san Isidoro de Sevilla y con una constancia en su autenticidad desde entonces, que se conservan en su totalidad, nos sirven para recabar datos de las sedes episcopales, las relaciones de la Iglesia con la comunidad judía y las religiones paganas y las autoridades civiles.
Respecto a la vida cristiana, estando en la fase final, en la última y más cruel de las persecuciones, la de Diocleciano, nos dirá el profesor Galisteo: “El concilio de Elvira busca un fuerte compromiso con sus fieles, una firmeza en su fe y buenas costumbres y que atesoren una moral intachable, tanto los clérigos y otras personas consagradas, como el resto de los cristianos” (41).
Asimismo, recogiendo la tradición de la Iglesia expresada en otros concilios provinciales y universales, las actas del concilio nos hablan de muchas medidas dirigidas a la preservación de la santidad, honor y costumbres del clero y de los obispos, tema esencial para la salud de la Iglesia (115). Por lo que se refiere al celibato sacerdotal, el autor solo transcribe a pie de página el canon 33 del concilio, donde se dice “Se acordó prohibir absolutamente a los obispos, presbíteros y diáconos que, una vez ordenados, mantengan relación con sus esposas y que engendren hijos. El que, a pesar de ello, lo hiciere, sea privado por completo del honor del clericato” (114). En efecto, este canon ha sido muy citado a favor del crecimiento e implantación en la iglesia latina de la ley del celibato no solo entre los obispos, como en la iglesia oriental, sino también entre los sacerdotes.
José Carlos Martín de la Hoz
Jesús Galisteo Leiva (de.), El Concilio de Elvira. El cristianismo primitivo hispano a través de sus cánones, ed. Almuzara, Córdoba 2018, 201 pp.