El Concilio Vaticano II (1962-1965), como el resto de los concilios universales celebrados por la Iglesia católica desde los comienzos hasta nuestros días, constituye un hito verdaderamente importante tanto para la historia de nuestra fe como también para el conjunto del mundo que los cristianos hemos de evangelizar hasta el final de los tiempos. La lectura del sintético libro del profesor José Morales que ahora reseñamos es insustituible.
Hay concilios, como el concilio de Trento, que vinieron precedidos por movimientos de intensa renovación eclesial y, en cierto modo, se puede decir que el concilio expresó sucinta y claramente las claves teológicas, canónicas y espirituales que el Espíritu Santo llevaba tiempo inspirando.
Otros concilios como, el Concilio Vaticano II, consistirá, en cambio, como veremos seguidamente, en una poderosa intervención del Divino Paráclito con una luz tan impresionantemente cegadora que todavía hoy, sesenta años después, no hemos logrado desentrañar e incorporar completamente a la marcha diaria o a la pastoral ordinaria de la Iglesia.
En efecto, la llamada universal a la santidad y la llamada universal al dinamismo apostólico, claves dogmáticas proclamadas por el concilio apenas han comenzado a tomar carta de naturaleza en los manuales de teología espiritual, en los planes de estudios en las universidades católicas, en las catequesis y prácticas pastorales, en la puesta en marcha de sínodos diocesanos y, en definitiva, en el reto que planteaba san Juan Pablo II en el comienzo de la Encíclica “Novo milenio ineunte”, cuando pedía con urgencia una nueva “Pastoral de la santidad”.
Indudablemente, todavía queda gran parte de la riqueza doctrinal del concilio encerrada en las grandes constituciones dogmáticas que fueron publicadas y presentadas, pero todavía han sido débilmente estudiadas, desarrolladas, asimiladas y divulgadas entre los teólogos y sobre todo en cuestiones tan claves como la eclesiología de comunión y en los lentos pasos en el ecumenismo.
Lógicamente, la espiritualidad laical y secular que “Gaudium et spes” proclamaba, todavía debe ser expresada teológicamente, mientras que en la vida de los cristianos y en la incesante acción del espíritu Santo ya son realidades visibles en la vitalidad de tantas instituciones de la Iglesia de nuevo cuño y en nuevas perspectivas e iniciativas de tantas viejas congregaciones renovadas con nuevas publicaciones, temáticas y planteamientos.
Verdaderamente hemos de hablar de un concilio para el siglo XXI, pues todavía falta mucho que estudiar, investigar y aplicar en la formación del pueblo cristiano hasta lograr expresar una espiritualidad laical y secular que logre presentar a los todos los hombres y mujeres normales toda la riqueza y atractivo de un camino de santidad destinado a iluminar el mundo desde dentro.
José Carlos Martín de la Hoz
José Morales, Breve historia del Concilio Vaticano II, Rialp, Madrid 2012, 192 pp.