El “Criticón” siempre actual

 

El jesuita aragonés Baltasar Gracián (1601) se incorporó muy joven en la Compañía de Jesús (1619) y realizó sus estudios en la provincia de la Compañía en Aragón hasta su ordenación sacerdotal en Zaragoza (1627). Posteriormente comenzó a ejercer de profesor de filosofía y teología moral en diversos lugares: Calatayud, Valencia, Gandía y Huesca (1636-1639) donde publicó su primera obra gracias al mecenazgo y apoyo del noble y erudito don Vincencio Juan de Lastanosa  y del grupo de intelectuales que se reunían en su casa “quizás en ocasiones a expensas de la vida religiosa” (10).

Efectivamente, la mayor parte de su obra la escribirá y publicará con un nombre falso y de ese modo logró toda su vida escapar del juicio y el control de la vida intelectual de sus superiores, quienes terminaron por hacerle una recriminación pública (1658), le retiraron la cátedra y le enviaron a Graus sin ninguna actividad, con pérdida evidente de confianza. Tras intentar cambiar de orden religiosa, finalmente, fue restituido con algunos de sus cargos y, finalmente, fallecería poco tiempo después, en su tierra aragonesa, en Calatayud (13). Indudablemente, su obra más conocida, “El Criticón” sigue asombrando por su amplia cultura, finos análisis y crítica serena, mordaz y eficiente tanto de los engaños del mundo como de las vanidades de la vida.

Lógicamente, el hombre desde el siglo XVII, ha cambiado poco en sus intereses y afanes de fondo, así como en sus ardides y trampas, así que el editor de la nueva reedición del Criticón, no ha tenido especial dificultad en seleccionar los textos más privilegiados para el hombre de hoy y presentar un compendio de una de las obras más enjundiosa de la literatura castellana y todo un ejemplo del arsenal de ideas y juicios que contiene la expresión “el siglo de oro de las letras castellanas”. Comencemos por resaltar la prudencia que fue el tema habitual de su vida y sus enseñanzas: “Toda esta puntualidad fue menester para avisar al hombre que obre siempre con cuenta y razón, con peso y con medida” (79).

Enseguida, recordemos que Gracián seguirá el esquema clásico de las virtudes y vicios y, por tanto, de los siete pecados capitales para expresar gráficamente la antropología filosófica y teológica del período que le correspondió vivir. Lógicamente, entonces como ahora, el hombre de todos los tiempos pierda pie una y otra vez, para volver otra vez a comenzar su andadura al día siguiente, intentando aprender a ser prudente en el uso u manejo de sus habilidades y tendencias. En cualquier caso, la virtud que se va acrisolando en un “gran bien en la conciencia” (86).

Recordemos que para Gracián el arte de la prudencia se compaginaba con el ejercicio de la sana autocrítica y la constante crítica social, ha sido habitual en la vida y acción de muchos jesuitas pues, el don de discernimiento de espíritus tiene mucho que ver con criticar para buscar “el mejor modo de dar más gloria a Dios” sin conformismos.

José Carlo Martín de la Hoz

Baltasar Gracián, El criticón: sabiduría práctica, edición de Emilio Blanco, Ariel , Barcelona 2018, 242 pp.