A lo largo de muchos siglos, se podría decir que desde que está el hombre sobre la tierra, pero sobre todo desde que Jesucristo vino al mundo y la Iglesia se extendió por todo el mundo, la actividad más importante para el hombre era dar culto a Dios. El ambiente materialista que puede ser más o menos notorio según las épocas de la historia y según las diversas civilizaciones, está ahora más presente que nunca en Occidente y eso se manifiesta de modo muy llamativo en que se ha cambiado el culto a Dios por el culto al cuerpo.

Eso es llamativo en el empeño obsesivo por comer bien, por ejemplo. La cantidad de conversaciones sobre lo bueno que es tal o cual alimento en tal sitio o en otro. El tiempo dedicado a darle vueltas a qué restaurante iré a comer con estos amigos. La diferencia en estos pruritos de exquisitez respeto a hace 40 años, por poner un dato cualquiera, es abismal. En nuestra sociedad, porque hace cuarenta años se vivía con mucho menos, había menos riqueza lo cual favorecía que se viviera más para los demás. Ahora se vive constantemente para el gusto propio.

Es llamativo el culto al cuerpo en la manía o costumbre desatada en los últimos años por hacer ejercicio físico a diario, en gimnasios que van surgiendo como hongos por todas las esquinas de nuestras calles. No sé si se puede decir que el culto al cuerpo ha sustituido al culto a Dios, creo que sí, pero desde luego es manifiesto que en la mayoría de los jóvenes o personas de mediana edad está antes el culto al cuerpo.

Estoy hablando de gente buena. En absoluto de pervertidos. O sea, gente normal que vive en nuestras ciudades pero que ve prioritario en su vida tener el cuerpo en plena forma, pero no solo sin enfermedades sino en imagen. Se comparan unos con otros y consideran que así no se va a ninguna parte, que tiene que bajar peso, que necesita ir más recto por la vida, que debe cuidar la imagen.

Y esa buena persona, que se considera cristiana, que asiste a misa los domingos, le recomiendas que haga cada día un rato de oración y no pone más que esta pega: no tengo tiempo porque después del trabajo o por la mañana pronto tengo que ir al gimnasio. Una hora, hora y media. Y ahí los ves, porque además esos lugares son como escaparates, ves al personal allí con mínimo de ropa, levantando pesas.

Pero no tienen tiempo para hacer un rato de meditación cada día o de participar en la misa entre semana. Del culto a Dios hemos pasado al culto al cuerpo. Y los ves por la calle con su indumentaria deportiva, luciendo sus músculos y su delgadez, ellos y ellas.

Eso sí, todo ese tiempo de ejercicio físico al parecer les quita ratos para estar con la gente, porque estos jóvenes atletas tardan bastante en casarse, si es que llegan a hacerlo. Están tan en los suyo que no ven lo otro. Y cada vez más tarde se plantean formar una familia. Y claro luego hay un hijo o dos, en el mejor de los casos. Es el yo, mi aspecto, mi cuerpo, lo que importa. Y luego, ya si eso, rezo algo, o me planteo seriamente formar una familia.

Parece bastante claro, estamos ante una sociedad en que predomina el egoísmo más que el amor o la entrega. Y cuando se despiden de una persona, antes decíamos “adiós”, como resumen de “vaya usted con Dios” que se decía antes, pero ahora se despiden y dicen: “cuídate”.

Ángel Cabrero Ugarte