Hace ya muchos siglos (324) que un joven sacerdote alejandrino llamado Arrio recorrió las calles y plazas de Alejandría, cantando canciones recitando hermosas poesías con las que ganaba al público sencillo, a favor de su causa: él había, por fin, desvelado el misterio de Jesucristo: aquel hombre cuya doctrina todos seguían y que había arrebatado el corazón del imperio romano: Jesús de Nazaret, era un hombre maravilloso, su enseñanza tenía un profunda coherencia y atractivo, hasta el punto de que merecería ser llamado Dios, pero sencillamente no lo era.
También hace unos años el cardenal Amato, entonces secretario del Dicasterio de doctrina de la fe, en un viaje a Barcelona explicaba a la prensa que el problema teológico de envergadura que aquejaba a la Iglesia de entonces, y de ahora y, añadiríamos, que también a la Iglesia de nuestro tiempo, es el arrianismo.
La aparición del trabajo de Julian Baggini que ahora deseamos comentar es una prueba más de la pervivencia del arrianismo. Eso es lo que significa el título del ensayo del fundador “The Philosophers,” uno de los magazines más importantes del Reino Unido de nuestros días. El propio Baggini en la primera página de su trabajo ya nos adelanta que: “cada vez son menos las personas que aceptan la divinidad de Jesucristo” (11).
Nuestro autor toma las parábolas, milagros y evangelios de Jesús y los vacía de sentido sobrenatural para convertirlos en meros eslóganes con la pretensión de vaciarlos de la verdad sobrenatural y humana que encierran. Lógicamente, si el cristianismo no es una revelación, sino un montaje humano, como tal puede ser tergiversado, deformado o vaciado de contenido al antojo de cualquiera.
Indudablemente, este libro y su demoledora de-construcción se diluye con una sola cosa: la intimidad con Jesucristo. Hoy, como siempre, el cristianismo cobra vida, realce, fuerza y valor, en cuando descubrimos que se trata de conocer, tratar e intimar con Jesucristo. De hecho, el cielo para un cristiano esencialmente consiste en amar e identificarnos con Jesucristo y, por tanto, la tierra consiste en anticipar el cielo.
El trabajo que ahora presentamos, se dirige directamente a mostrar que también han pasado de moda los principios imperecederos de la moral cristiana: la caridad, el perdón, la misericordia, etc., y que pueden ser sustituidos por los derechos humanos y por una sencilla ética del sentido común sin necesidad de hacer referencia a los evangelios o a la predicación de Jesús.
Es más, conviene, nos dice, evitar caer en la fascinación por Jesucristo y, recaer en la moral católica replanteada por la ilustración y que hoy impera en nuestra civilización occidental: “esta es la estrategia que yo he adoptado. He recorrido los cuatri evangelios y he suprimido todos los elementos sobrenaturales, tales como los milagros, las sanaciones y las pretensiones de a ver cumplido profecías” (15).
José Carlos Martín de la Hoz
Julián Baggini, El Evangelio sin Dios. ¿Fue Jesús un maestro de moral?, Paidós, Barcelona 2023, 300 pp.