Hace unos años un doctorando japonés que trabajaba sobre la evangelización de los jesuitas del Japón en el siglo XVI-XVII (1549-1639) me mostraba dos textos muy distintos sobre los naturales del país escritos ambos por jesuitas, el primero por san Francisco Javier y el segundo por Alessandro Valignano visitador jesuita en aquella inusitada misión de la tierra del sol naciente. El primero elogiaba a los naturales a quienes consideraba como la esperanza de Asia. El segundo los denostaba como hombres ladinos, inconstantes y desleales.
Evidentemente, ante el desconcierto del doctorando le expliqué lo que significa el desaliento, la desesperanza y el desánimo que acaecen a las obras de Dios, pues no siempre los hombres responden a la invitación de Dios, otras veces se dejan llevar por el cansancio y abandonan la tarea que comenzaron con entusiasmo y, sobre todo, porque las obras de Dios no sucumben por falta de medios sino por falta de espíritu.
Efectivamente, a lo largo de la historia se han dado muchas interpretaciones a las sucesivas caídas de imperios, otrora triunfantes, el romano, el español o, más recientemente, el de Inglaterra o Estados Unidos. Así se han establecido paralelismos con el organismo humano, que nace, crece, se desarrolla y envejece y muere, o los ciclos de los que hablaban los griegos,
Evidentemente el cristianismo aportó, desde el principio, el factor gracia de Dios y el de la libertad personal, pues siempre se ha dado y se darán los ocasos de las obras humanas, limitadas y falibles: desde las empresas familiares hasta la decadencia de las ideologías o de las propias civilizaciones.
Es interesante que el gran historiador inglés sir Jhon H. Elliott, Catedrático emérito de la Universidad de Oxford y el más grande de los hispanistas ingleses, en su retrospectiva de su vida recogida en su monografía “Haciendo historia”, dedique unas páginas específicas a la decadencia, al tratamiento de los grandes autores de la materia y a las propias interpretaciones de la historia de la decadencia.
Finalmente, Elliot explica que efectivamente cuando se analizan esas decadencias de los grandes imperios se observan que las causas nunca son únicas, sino que se compaginan elementos económicos, religiosos, sociales y culturales. A la vez, también intervienen muchos factores en la creación de una opinión pública negativa en el exterior que presionan y provocan desesperanza y desazón en el interior del estado en decadencia.
En el caso de la España surgida tras la transición a la democracia, señala el profesor Elliot que es un caso paradigmático de que de la decadencia se puede salir mediante un proceso reactivo e ilusionante que provoca una reacción en cadena de construcción juntos de la sociedad. Lógicamente al vector democracia se unirían otros factores religiosos, sociales y culturales que señalan hacia un bien común más alto: una etapa nueva que desea dejar la anterior rápidamente atrás bajo la aplicación del principio “como pudo durar tanto tiempo” (155).
José Carlos Martín de la Hoz
Jhon H. Elliott, Haciendo historia, ediciones Taurus, Madrid 2012, 3902 pp.