De vez en cuando, en las mesas de novedades de las grandes librerías de Madrid se encuentran auténticas joyas literarias que enseguida captan la atención del ávido lector y te tienen enganchado unas cuantas horas, incluso días. En esta ocasión es la profesora de Filosofía y teología del King’s College de Londres, Clare Carlisle, quien ha logrado redactar una biografía certera del célebre filósofo danés del siglo XIX, Soren Kierkegaard que será, sin duda, en los próximos meses un libro de verdadero éxito.
En efecto, algún lector más avezado, se sentirá golpeado por su lectura, al igual que cuando el danés inquietaba con sus sermones de los viernes a sus conciudadanos luteranos intentando despertarles a una fe viva y comprometida con Jesucristo, al igual que el famoso tábano Socrático aguijoneaba incesantemente a los ciudadanos de Tebas: “Kierkegaard es consciente de que la autocomplacencia de la cristiandad danesa es como la comodidad de un vagón de primera clase: una quietud paradójica. En su opinión, el cristianismo, con sus costumbres, sus conceptos y sus ideales, ha llegado a ser tan familiar, se ha dado tanto por sentado que podría estar a punto de desaparecer bajo el horizonte. Mientras tanto, el mundo cambia a más velocidad que nunca (…). En la Universidad, no se habla más que de historia, progreso, decadencia, y se teoriza sin parar sobre cómo lo viejo da paso a lo nuevo. Kierkegaard no es el único en Copenhague que tiene la sensación de estar atrapado entre dos épocas” (38).
Precisamente, en el título que ha redactado la autora, está la clave de la cuestión, pues ha intentado entrar en el alma, los amores, las preocupaciones íntimas y los sentimientos encontrados dentro de Kierkegaard hasta lograr la biografía más profunda y atrevida del danés: “El filósofo del corazón. La inquieta vida de Soren Kierkegaard”.
La sensación de que la pandemia se terminará al ritmo de las vacunas y se unirá a los augurios del nacimiento de una nueva cultura y civilización, son buenos alicientes para leer este libro de un hombre que busca coherencia de fe y vida, madurez en su elección de amor, profundidad en su búsqueda de la verdad para ir más allá de la sabiduría, incluso de sus maestros (31, 35-37). La conversión de los convertidos (178).
Asimismo, es difícil entender sus esquemas mentales pues es verdad que su esfuerzo “por hacerse cristiano cada día” no corresponde con la ascética católica de aquellos tiempos ni de ahora, ni con los caminos de santidad corriente que recomienda el Papa Francisco en la “Gaudete et exultate”, sino más bien Kierkegaard se somete a un esfuerzo de negación perenne y continua de su amor a Régine, atreverse a poner el corazón en Jesucristo (37). A esto le llama: una apoteosis de la finitud (44) y, más adelante pretenderá: “obligar a los daneses a ser conscientes de la fe que profesan” (179), para “vivir con respecto a Dios” (186).
El problema del amor, esto es, “aprender a amar” (108), mil veces descrito por Kierkegaard en sus obras, sencillamente no tiene cura hasta el cielo, solo la eterna bienaventuranza en la que Dios colma con máxima felicidad el ansia de eternidad del hombre y su sed de amor. Mientras, sus contemporáneos unos le desprecian por haber abandonado a su prometida Regine en 1841(84), otros le consultan como el rey Christian VIII con el que tiene largas conversaciones en 1845 (94), otros sencillamente lo ven como un loco que escribe sin parar contra todos (100).
José Carlos Martín de la Hoz
Clare Carlisle, El filósofo del corazón. La inquieta vida de Soren Kierkegaard, ediciones Taurus, Madrid 2021, 410 pp.