El Humanismo Antiguo



Este
trabajo contiene una exposición de la tradición humanística a lo largo de la
historia y de sus vicisitudes hasta la actualidad. En
conjunto resulta una vibrante defensa de los textos de la literatura clásica.


García
Gibert se detiene en Cicerón, padre del humanismo,
con un amplio resumen apretado de su
aportación: "Cicerón afirma la inutilidad de la sabiduría sin elocuencia, y el
peligro de la elocuencia sin sabiduría" (p.62). "Es conocida la definición
ciceroniana de la historia como ‘testigo verdadero de los tiempos, luz de la
verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, mensajera del pasado’ (Sobre el
Orador, II, 9,36) y su afirmación de que ignorar la historia es ‘ser siempre un
niño’ pues ‘¿qué es, en efecto, la vida de un hombre si no se une a la vida de
sus antepasados mediante el recuerdo de los hechos antiguos?’ (El orador, II, 9
120)" (p.62).


Cicerón
ha sido denominado la comunicación entre paganismo y cristianismo, de ahí que
el autor se detenga en los primeros autores cristianos para mostrarlo: san
Justino, Minucio Félix, Lactancio.
Por eso anota: "La Iglesia fue, en efecto, a lo largo de los siglos un receptáculo
sagrado que preservó los tesoros de la sabiduría antigua, y la propia
dialéctica que mantuvo con ellos sirvió sin duda para el análisis y
profundización de la misma" (p.103). Enseguida empalma con la tradición filosófica
de Clemente de Alejandría, en el Pedagogo: "A través de la filosofía pagana ha
ido preparando al ser humano para la fe de Cristo" (p.137). Son muchas las
páginas dedicadas a San Agustín y a San Jerónimo.


García
Gibert, expone con brillantez la dura travesía de la Edad Media; las
Enciclopedias de Boecio, Isidoro de Sevilla, Beda el Venerable, Rabano Muro, Focio: "Los restos del naufragio" (p.140). Y señala como los
Monasterios y las Bibliotecas de las catedrales salvaron los tesoros. Al llegar al siglo XIII, señala el
autor una de las grandes paradojas de la historia hasta nuestros días: "Las
bellas letras quedaban, pues, al margen de las universidades y su cultivo se
vio relegado al ámbito privado, ya sea de admirables y singulares empeños
librescos, ya en pequeños círculos de amantes y de gustadores de poesía
clásica" (p.146).


Las
bellas páginas dedicadas a Dante: el último gran cristiano que paseó la luz de
las letras paganas por las penumbras medievales" (p.156). Y a Petrarca: "El
arduo pero noble sendero de la gloria y la virtud, nunca frecuentado por
muchos, hoy ya casi no es hollado por nadie" (p.187).


A
mitad de su obra resume García Gibert su pensamiento
en breves líneas: "Más que una filosofía propiamente dicha, el humanismo es un
programa cultural y educativo para la
formación humana y una manera de ver el mundo: una percepción determinada de la
escala de valores y una adhesión intelectual y sentimental a una larga y
riquísima tradición cultural que la sustenta" (p.199).


Finalmente,
expondrá el choque entre ciencia y humanismo: el desapego de los humanistas
hacia el cientifismo. También la ilustración: "el hombre ilustrado vela Antigüedad
como un modelo desvitalizado" (p.312). El escepticismo democrático del
humanismo "que no duda de que la democracia sea el mejor sistema político, pero
sí de que forme mejores personas" (p.379). Pero termina con esperanza: "una de
los principios caracterizadores de la tradición humanística es la confianza en
la capacidad de ennoblecimiento del ser humano y en el aleteo del espíritu
dentro de él" (p.452).


 


 


José Carlos Martín de la Hoz


 


Javier GARCÍA GIBERT, Sobre el viejo humanismo. Exposición y
defensa de una tradición,
ed. Marcial Pons, Madrid 2010, 467 pp.