Hace
unos años en la Feria del Libro de Madrid me paré en una caseta y
ví, entre los libros que exponía, una
edición de las obras del Maestro Eckhart reunidas en un volumen con el
título “El fruto de la nada”
(ed. Siruela). Al adquirirlo, la dependienta me preguntó si estaba
seguro de lo que hacía, pues estaba comprando un libro de un hereje. Me
sonreí y le agradecí sus desvelos, no sin antes aclararle que
Eckhart había fallecido en el seno de la Iglesia Católica,
habiendo aceptado las indicaciones recibidas por el Tribunal de la Corte Pontificia de
Aviñón que había juzgado sus
obras.
Efectivamente,
el Maestro Eckhart tuvo la audacia de predicar la mística al pueblo
llano y, en sus esfuerzos por divulgar sus conocimientos, cometió algunas
imprecisiones. Como solía decir él mismo: “Sin pretender dar una explicación
del Misterio, la Teología cristiana busca proponerlo a la luz de la
Revelación, derivando de esos principios una verdadera ciencia humana
subordinada a la fe, con el uso de la razón” (p.77). Y
efectivamente al estudiar las obras de Eckhart podemos descubrir en toda su
doctrina esencialista una intención
mística, una constante búsqueda de Dios, que desea transmitir a
sus lectores o auditores.
Siempre
quedará en la historia de la espiritualidad como un hombre que
abrió camino. Ahí está la pléyade de sus
discípulos: la Escuela Renano-Flamenca del siglo XIV y XV y,
finalmente, el Kempis que iluminó la vida
espiritual de muchos santos hasta nuestros días. El eje fundamental de
la doctrina de Eckhart, tomada de Dionisio Aeropagita
y a Santo Tomás de Aquino, es la entrega total a Dios, la renuncia de
sí mismo y la
pobreza. Así lo resumía Eckhart: “Porque las criaturas fueron hechas de la
nada, conservan en sí como un sabor de nada y, al mismo tiempo, en
cuanto criaturas, poseen un cierto sabor de Dios” (p.57). De
ahí, que lance al alma al encuentro con Dios: “busca a Dios y hallarás a Dios y
todos los bienes” (p.68).
Existe
poca bibliografía en castellano, sencillamente porque lo esencial de su
doctrina, fue tomado por la mística castellana que ha sido la que ha
enriquecido la literatura espiritual en lengua castellana, desde el siglo XVI.
Su acento acerca del fondo del alma, será tomado por los místicos
castellanos, como Francisco de Osuna en sus Abecedarios, y de él tomado
por Santa Teresa y San Juan de la
Cruz. Como dice Eckhart: “El fondo del alma es algo inexplicable y sólo inteligible por
conocimiento sobrenatural. Dios está en el alma con su naturaleza, con
su ser y con su Deidad, y sin embargo no es el alma” (p.62). Por eso
añade: “En ninguna parte es
Dios tan Dios, como en el alma” (p.61).
El
Maestro Eckhart lanzaba a los cristianos a la oración profunda, al
encuentro con Dios. Pues: “La
búsqueda del sentido del ser es pues en definitiva, al menos
implícitamente, una búsqueda de Dios”(p.71).
En definitiva, salir al encuentro de Dios, como señala Eckhart: “Cristo hizo muchas cosas con la
intención de que le siguiéramos de modo espiritual y porque a
Él le interesa más nuestro amor que nuestras obras. Debemos
seguirle en cada caso según nuestro modo propio” (p.142)
José Carlos Martín de la Hoz
Brian
FARRELY, O.P., Eckahrt, Tauler y Susón. Vida y doctrina del Maestro y
sus dos mejores discípulos, ed.Edibesa, Madrid 2000, 358 pp.