El siglo de Oro de la mística castellana, como lo caracterizó y resumió el inolvidable Melquiades de Andrés (1916-2014), en su inolvidable obra de la Biblioteca de Autores Españoles (Madrid, 1996), sigue atrayendo y siendo objeto de investigación y lectura espiritual.
La Antología de textos que ahora presentamos tiene varias singularidades; la primera, que no está elaborada por un místico para hablar de los místicos, ni tan siquiera por un profesor de historia de la Iglesia católica, o de historia de la literatura moderna respetuoso con el siglo de oro de las letras españolas.
Se trata, más bien, de una antología moderna hecha desde la música, la quietud y la serenidad del espacio musical, la reverberación de los textos e incluso desde las transreverberación de los mismos. La obra del profesional de la música, de su historia y de su literatura, el navarro Ramón Andrés, hombre experimentado en el silencio, la escucha y la melodía.
La antología resulta muy diferente a otras y ayudará al lector, tenga mucha o poca formación cristiana, a leer los textos de los místicos, saboreándolos según el nivel espiritual de cada uno y de su sensibilidad para descubrir el encuentro con Dios, que es una gracia del cielo, como el vislumbrar el mundo espiritual.
Es obvio para los autores místicos citados, que la contemplación requiere como premisa de partida el recogimiento interior. Recoger los sentidos externos, concentrar los sentidos internos, para encontrar a Dios y hablar con Él, para descubrir los verdaderos motivos de nuestros actos, para serenar el alma ante las dificultades y enriquecerla de los grandes valores de la cultura cristiana mística de siempre.
El autor tiene la sabiduría de buscar en una fuente segura, pues cómo se puede descubrir de la gran mayoría de los hombres y mujeres que cita y de los que aporta una pequeña pero valiosa biografía, se trata de personas veraces que hablan de lo que viven, que han llegado al fondo del alma, al sosiego interior, después de años de lucha, de purificación de los sentidos y se tan sometido a ayunos y penitencias ósea a dominar sus pasiones y hacer oración de los sentidos. Así lo dice San Juan de la cruz en una carta del 18 de noviembre de 1586, a las carmelitas de Beas: "Sirvan a Dios, mis amadas hijas en Cristo, siguiendo sus pisadas de mortificación en toda paciencia, hechas verdugos de los contentos, mortificándose si por ventura algo ha quedado por morir que estorbe la resurrección interior del Espíritu, el cual more en sus almas" (309).
Es muy interesante que recoja textos de Miguel de Molinos, como de Alfonso de Valdés, pues aunque el conjunto de su obra mística no haya llegado a los niveles del resto o hayan sido considerados incompletos por la Iglesia no lo fueron ni siempre, ni formalmente, ni en todo.
Esta es la diferencia entre el índice de libros prohibidos de la Inquisición española que era expurgatorio y no eliminaba todo el libro, sino la palabra o frase inconveniente, mientras que la romana eliminaba el libro entero.
Por otra parte, los autores citados, uno tras otro indican que no se trata de recogerse por recogerse, ni de callar por callar, sino de hacer la voluntad de Dios que no se puede alcanzar si no se recomienza una y otra vez en el camino divino del silencio y la meditación: "También en soledad de amor herido. Porque en haberse el alma quedado a solas de todas las cosas por amor de él, grandemente se enamora él de ella en esa soledad, también como ella se enamoró de él en la soledad., quedándose en ella herida de amor de él" (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual 34, p.307).
José Carlos Martín de la Hoz
Ramón Andrés, No sufrir compañía. Escritos místicos sobre el silencio, ed. Acantilado, Barcelona 2015, 388 pp.