Por la mañana del 10 de mayo de 1794 en la ciudad de Paris, en plena revolución francesa, la princesa Madame Élisabeth, hermana del rey de Francia Luis XVI, se recogía para hacer un rato de oración personal en la intimidad de la estrecha celda que se le había asignado en la cárcel del pueblo, durante aquella salvaje e incontrolada revuelta, y en ella realizaba un acto perfecto de abandono en las manos de Dios, cuando exclamaba con sencillez y confianza totales: “Ignoro por completo, Señor qué me pasará hoy. Todo lo que sé es que no me pasará nada que Vos no hayáis previsto desde toda la eternidad. Esto me basta, Señor, para estar en paz. Adoro vuestros designios eternos” (13).
El profesor Jean De Viguerie, autor del trabajo que ahora presentamos, Presidente de la Sociedad francesa de Historia de las Ideas y de Historia religiosa, es uno de los autores que mejor conoce la Revolución francesa, tanto por dentro: los antecedentes, raíces, evolución y su final; así como por fuera; repercusiones, consecuencias, luces y sombras. De ahí la importancia de la biografía que ahora ofrecemos, puesto que posee una gran actualidad en nuestro tiempo a tenor del clima de abierta persecución por que atraviesa la Iglesia católica en este comienzo del siglo XXI en amplias zonas del planeta.
Precisamente el final de la vida de Madame Élisabeth que acabamos de escribir, es el que hace capital la lectura de esta vigorosa obra, pues Dios la fue preparando a lo largo de su existencia en la Corte de Versalles para aprender a amar a Dios y a los demás con tal vigor y santidad que pudiera recibir la gracia martirial y dar el salto al cielo (122). Aquella mañana del 10 de mayo de 1794, cuando Madame Élisabeth, estaba recogida en oración, de algún modo estaba alcanzando de Dios la mayor de las gracias que se pueden lograr: la identificación con Cristo en la Cruz. De este modo lo escribe el profesor De Viguerie, “La oración de la mañana ofrece ese día el sacrificio de la tarde” (13).
Por tanto, seamos consciente de que toda la biografía de Madame Élisabeth será plenamente inteligible como una preparación para el momento culminante del sí al amor y del no al odio que la rodeaba. Llegará como el fruto maduro de toda una vida dedicada a Dios y a servir a los demás, con la pureza de un corazón que sabía amar de verdad a los demás (44, 59), ayudando a sus amigas a vivir cristianamente (63). Así mismo es recordada por su generosidad extrema con los pobres y necesitados (49, 65). Siempre con una alegría “burbujeante” (46) fruto de su vida de oración y de los sacramentos (48, 63, 74, 79): vivir por encima de las riquezas, honores y vanaglorias de la corte de Versalles (49-50).
José Carlos Martín de la Hoz
Jean de Viguerie, El sacrificio de la tarde. Vida y muerte de Madame Élisabeth, hermana de Luis XVI, ed. San Román, Madrid 2018, 221 pp.