El sentido dinámico de la virtud

 

Hace unos meses, en el discurso inaugural del master de Causas de los Santos de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de San Dámaso de Madrid, el Cardenal Semeraro, prefecto del Dicasterio Romano, pronunció un magnífico discurso acerca de la santidad como ejercicio de las virtudes teologales con motivo del 700 aniversario de la muerte de santo Tomás de Aquino y tomando pie del “Compendio de Teología” una de las obras más importante del doctor angélico.

Con este motivo decidimos dedicar el encuentro anual para delegados de las causas de los santos de las diócesis de España a abordar el problema teológico de las virtudes en grado heroico, así como el interrogatorio de las virtudes en un proceso diocesano y las virtudes en la Positio acerca de la vida, virtudes y fama de santidad y favores de un siervo de Dios.

Puestos a buscar un ponente de categoría acudimos a uno de los profesores del master de causas de los Santos, el catedrático de teología moral don Juan de Dios Larrú de la Universidad de san Dámaso y vicedecano de la Facultad de Teología.

Efectivamente, la disertación ha sido un éxito pues ha expuesto teológicamente la definición de la virtud cristiana, la originalidad del planteamiento cristiano de la virtud y, finalmente, ha tratado del crecimiento de las virtudes y, especialmente, el de la caridad puesto que, como todas las virtudes están coordinadas entre sí, todo se resuelve con el crecimiento de la santidad.

En primer lugar, ha definido las virtudes cristianas como el corazón de la acción humana, eso sí, siempre en una verdadera una sinfonía armónica de ellas en el dinamismo de la vida cristiana, centrado en la caridad.

En segundo lugar, las virtudes cristianas se diferencian de las virtudes clásicas griegas en la centralidad de Jesucristo a quien imitamos en su naturaleza humana y en el desarrollo de sus virtudes.

Finalmente, en el crecimiento de las virtudes, y especialmente de la caridad que es la forma de todas las demás, ha considerado que puede crecer de tres formas: porque podemos querer más a Dios y a los que ya amamos, porque Dios nos da su gracia, además, porque queremos el bien de la gloria de Dios y del bien de los demás y, por último, porque podemos amar con más intensidad a quien ya amamos. Es decir, la excelencia.

En el turno de preguntas se ha explayado sobre la libertad y la relación con las virtudes. Indudablemente, como afirmaban los capadocios: “la libertad es el vértice de la imagen de Dios en el hombre”. En ese sentido, el santo es el hombre más libre del mundo: “ama y haz lo que quieras”, afirmará san Agustín. En definitiva, el que es libre es Dios que escoge al hombre y el hombre es libre para responder a la libertad de Dios: origen y destino de la libertad.

José Carlos Martín de la Hoz