El sin sentido de la cultura woke

 

En el libro titulado “De mayo del 68 a la cultura woke”, Pablo Pérez López expone con gran claridad y mucho detalle por qué hemos llegado en nuestros días a la inmoralidad generalizada casi como norma. Partiendo de los motivos y de las consecuencias de mayo del 68 y a pesar de las intervenciones importantes de personajes relevantes en contra de esas tendencias, nos explica cómo ha sido posible que hayamos terminado en nuestros días con un ambiente opuesto a la cultura cristiana.

Cita este texto que puede ser un buen resumen de por qué se llega a tal desorden: “En Suecia todo estaba bien, altos niveles de vida, progreso, pensamiento moderno. Luego llegó el momento de dar otro paso adelante para liberarnos de las estructuras familiares anticuadas que nos condicionaban la forma en que estábamos juntos, haciéndonos dependientes unos de otros”, señala el narrador. La idea era promover una sociedad de individuos cada vez más independientes de los demás. La familia fue considerada el último y quizá más peligroso reducto de dependencia. (p. 133).

Es decir, algo totalmente opuesto a lo natural, a lo que durante siglos ha enseñado la Iglesia, o sea las enseñanzas del cristianismo, la predicación de Jesucristo que nos habla de caridad, de amor, de entrega. La cultura woke surge como una negación de todo lo bueno, lo positivo, lo amable para pasar al egoísmo y al placer sin reservas. Ya no hay conciencia y entonces, como escribe el autor: “Si el sexo deja de ser un instrumento de comunicación íntima e interpersonal, una manifestación de afecto, de amor y, por eso, de compromiso, si se convierte en una suerte de juguete para acceder a placeres efímeros, algo profundo se rompe en la persona” (p.139).

Y quizá lo peor del caso es que hay una violencia declarada contra quien recuerda lo que es bueno, lo que ha sido en toda la historia la base de la civilización, de la convivencia normal. Ahora se predica el mal, el desorden, el egoísmo como fundamento de todo. Lo que llega a sonar como algo diabólico, si nos damos cuenta de que es esencialmente opuesto a lo que nos enseñó Jesucristo.

“El efecto cultural fue la deformación de la idea tradicional de búsqueda de la felicidad para cambiarla en búsqueda del placer. Ahora bien, eso es tanto como renunciar al sentido, porque el placer es por definición momentáneo, o transitorio, y la felicidad demanda continuidad, pervivencia en el tiempo, y toda una vida, hasta llegar a la culminación del arco vital con la clave del sentido que solo es perceptible, que solo encaja, como la clave de un arco, y cuando es su última piedra, cuando lo termina” (p. 152).

Renunciar al sentido de la vida. Son los que viven solo por estar bien, tener placer, por tener mucho dinero, si es el caso, y, por lo tanto, llegado el momento en que nada llena, la solución es el suicidio. Toda la esperanza cristiana queda borrada en muchos ambientes occidentales, lo que se manifiesta en personas notoriamente tristes.

Esto ha nacido y crecido desde mayo del 68 sobre todo en las universidades, lo cual supone que haya ambientes tan penosos en muchas de ellas. Lo advierte el autor: “Las universidades del mundo están experimentando una edad de oro, con más fondos, más clientela, más peso económico y más influencia social que nunca. Y jamás han sido -con unas pocas excepciones honradas- tan inútiles, tan corruptas ni tan irrelevantes para las necesidades urgentes y fundamentales de las sociedades que las nutren y las pagan” (p. 160).

Ángel Cabrero Ugarte

Pablo Pérez López. De mayo del 68 a la cultura woke. Ed. Palabra 2024.