En la revista Omnes de mayo de 2024 encuentro un término iluminador acerca de la crisis actual de las parejas y es el de emotividad.

En el Foro organizado por la revista acerca de la esencia del matrimonio (páginas 42 a 45), intervienen dos profesores de Derecho sobre las crisis matrimoniales: "¿Por qué se separa un matrimonio cada segundo en el mundo desarrollado?" -Obsérvese la mención del mundo desarrollado, la tantas veces mencionada sociedad del bienestar, y no de los países más pobres-. ¿Por qué -continúa la profesora María Calvo- nuestros jóvenes no quieren casarse? El catedrático Fernando Simón parece tener la respuesta: "Hemos pasado del concepto clásico del matrimonio a "la concepción emotivista".

El concepto clásico del matrimonio estaba basado en la razón y la voluntad para alcanzar determinados objetivos, preferiblemente comunes: En primer lugar unos hijos, pero también construir un patrimonio y compartir un estilo de vida. "Alianza comprensiva de una vida" -señala Simón. El concepto emotivista, por el contrario, se basa en algo tan vaporoso como son los sentimientos: Me mantendré unid@ a ti mientras me lo pidan mis sentimientos, mis emociones, cuando no sea así me apartaré, romperé la convivencia. Recuerdo el caso de una joven que abandonó a su esposo porque decía que "ya no sentía mariposas en el estómago cuando le veía", al parecer las sentía cuando veía a otro.

Sabemos que en la vida de pareja existen distintas etapas: Hay un periodo, que puede ser corto, en el que se dan el enamoramiento y la pasión; hay una segunda etapa durante la cual la convivencia se apoya en el amor, la gratitud, motivos de conveniencia o de racionalidad, e incluso en la rutina. Cuando estas razones se oscurecen en la mente de los cónyuges puede surgir el deseo de resucitar esa pasión que ya no existe con otro hombre o con otra mujer.

Hoy, se suele decir, se comienza la casa por el tejado; las relaciones de pareja comienzan con el sexo y el sexo despierta la pasión, pero la pasión es transitoria y pronto se alzan ante los ojos las dificultades para la convivencia. En ese momento puede que ya haya hijos y se pondrán en marcha todas las patologías que acompañan a una pareja que se rompe: Celos, discusiones, quizás violencia, judicialización de la custodia, de los derechos de visita, de la partición de los bienes, del pago de una pensión para el mantenimiento de los hijos y, en ocasiones, su incumplimiento; aparece lo que se ha considerado un nuevo tipo de pobreza: el de la mujer separada con hijos. Como me decía en una ocasión un amigo juez: "Hay que ver el odio que pueden llegar a tenerse los que una vez se han querido".

Deseo, enamoramiento, pasión y odio, todo se mueve en el ámbito de los sentimientos y no de la razón. La mujer frecuentemente se siente agredida por los deseos sexuales del varón; la profesora Calvo escucha decir a sus alumnas "que no se quieren casar, dicen que los hombres son tóxicos, perturbadores, quiero mi vida, mi libertad"; "no necesitamos a los hombres, todo lo que tiene que ver con la maternidad -al menos reconocen la maternidad como una función (¿misión?) propia- ya está conseguido por las ténicas de reproducción asistida". Se sustituye -observa María Calvo- la genealogía por la tecnología.

Hay que añadir que se llega a la vida de pareja con una enorme falta de madurez, sin tratar sobre los objetivos comunes y a largo plazo. Recuerdo a una joven que se separó poco después de la boda y lo explicaba así: "Quería que yo le hiciese la cama". Tenemos que concluir que faltan modelos para la vida en común, y como suele decirse "las palabras se olvidan, pero los ejemplos arrastran". La ponente recuerda la impresión que le produjo escuchar a una joven decir: "Quiero encontrar a un hombre que me mire como mi padre mira a mi madre"; y, bromeba la profesora: "Nada más llegar a casa le dije a mi marido 'ya puedes empezar a mirarme así'".

Concluye la María Calvo: "Hemos eliminado la razón y hemos sublimado los deseos hasta el punto de que, ante la ley, los deseos se transforman en derechos. No podemos amar porque el amor es el uso de la razón..., caemos en la idolatría del yo autoreferencial y en ese narcisismo el amor es imposible, porque el amor es pensar en el otro antes que en uno mismo".

Juan Ignacio Encabo Balbín

Omnes, revista, mayo 2024.