Precisamente, en estos días de la pandemia, mientras andamos haciendo cosas, entretenidos con mil asuntos y dedicando tiempo a la oración, a la lectura, a estar con los nuestros, a hablar con los amigo y familiares, a estudiar atentamente las curvas de la epidemia para vislumbrar la llegada de la libertad, conviene volver una y otra vez a la conciencia clara “de estar en las manos de Dios”.
Nada mejor que el Evangelio y el Nuevo Testamento en general, para caer en la cuenta de que en el más allá nos esperan las manos amorosas de Dios, pero también nos espera aquí cada día. Esto se puede comprobar en un tratado teológico de gran envergadura, aunque de pequeño formato; me refiero a uno de los libros contenidos en la biblioteca de iniciación teológica que editó Rialp en 2011, y que lleva ya cinco ediciones, acerca del tratado teológico de los novísimos o también llamado de la Escatología.
En el arranque del libro, los expertos autores, Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva y Jorge Molinero, nos presentan un poderoso panorama de amor y de luz que contrasta con el egoísmo del que dice que el cielo no le interesa o que no echa de menos a nadie en la pandemia. Como afirmaba el Adolescente de Dostoyewski: “¿Por qué he de amar a mi prójimo o a vuestra humanidad futura, que nunca he de ver, que no he de conocer y que a su vez desaparecerá sin dejar rastro ni recuerdo (el tiempo no hace al caso), cuando la tierra se cambie en un bloque de hielo que vuele en el espacio sin aire en compañía de otros bloques semejantes? ¿No es esto la cosa más absurda que se puede imaginar?” (29).
Frente al egoísmo, el libro nos habla del amor de Dios: “La fe cristiana cree que sólo el amor es verdaderamente revolucionario y el único que puede cambiarlo todo, mejorándolo. Cree que Dios es Amor; y solo Él puede implantar el Reino definitivamente y de forma irreversible” (31). Glosando las palabras de San Pablo: “el cielo que nos tiene preparado”, comentan: "El Reino de Dios está más allá, a una distancia infinita del sueño humano más ambicioso, cuestionando la provisionalidad de todo cuanto acontece o se edifica en la historia” (33).
Dios se volcará en nosotros: “En el cielo no sólo veremos a Dios, sino que nos sentiremos amados por el tres veces Santo, y seremos capaces de amar a ese Dos increíblemente grande y bueno por la comunicación de la vida divina en nosotros. Bajo la acción del Espíritu de Dios podemos abrigar la esperanza de amar como Dios ama” (35). Ese final, es en cierto modo ya anticipado: “Dios Uno y Trino es el origen y la meta de la Historia. La Trinidad de Dios es el seno adorablemente trascendente en que está recogido el mundo. El acontecimiento pascual, que permite a los hombres participar en la misma vida de Dios, y que han hecho posible las misiones divinas, por las que Dios viene su tienda en el mundo y a hacer suya la historia de los hombres, para manifestar con ella la gloria eterna de su amor, revela que la vida humana no está supeditada en el vacío sino en las manos de Dios” (36).
José Carlos Martín de la Hoz
Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva y Jorge Molinero, El más allá. Iniciación a la Escatología, ediciones Rialp, Madrid 2000, 205 pp.