En razón de Dios

 

El profesor gallego Alberto Domínguez Muñoz, en su interesante trabajo sobre.el amanecer de la libertad ha logrado, en diálogo con el mundo contemporáneo, abrir a la esperanza el debate cultural, pues ha logrado señalar caminos para la captación de la trascendencia.

El camino ha surgido al hacerse cargo de la historia de la humanidad “en razón de Dios”, puesto que él nos ha creado y continúa abierto por toda la eternidad con nuestros corazones.

Evidentemente la creación del mundo conectada con la encarnación de Jesucristo establece un marco de relación con los hombres que pasa por la humanización del hombre y su sublimación al establecer una relación no criatural, sino personal. De  ese modo aunque el futuro sea desconocido, puede ser previsible: Dios encarnado por amor desea nuestra salvación(134).

Estamos estableciendo, indudablemente, una relación de filiación divina, con un marco teológico de “hijos en el Hijo”, como recuerda Mons. Ocariz, que va directamente a la escatología: “para que donde esté yo estéis también vosotros” (Io 14,4).

Es muy importante mantener viva la sensibilidad del alma ante el problema del mal, incluso aunque hayamos captado la invitación Cristiana a unir nuestras cruces con la cruz de Cristo, pues como decía san Josemaria “resignación es palabra poco generosa”. En definitiva, es muy fácil ser un “sujeto burgués” que “relativiza el sufrimiento humano” (136).

Seguidamente conecta a Metz con Nietzsche para recordar la teología de “la muerte De Dios” que conduce al cinismo de la “muerte del hombre” pues volvería a estar tan desamparado y destruido como antes de la redención del género humano, como lo describe Hobbes en su Leviatan (138).

Para poder intentar salir de esa espiral, nuestro joven autor, regresa al concepto de memoria y sobre todo al de memoria del pueblo escogido, de la Biblia como memoria de salvación, que ilumina al hombre creyente ante los “nudos” de la historia del pensamiento tal y como lo describe Metz (140).

El sufrimiento fo4ma parte de nuestro instinto de supervivencia, de nuestra capacidad de maduración , de nuestra “pasión por Dios” (142), pues como afirma Metz: “la Fe y la historia están unidas entre sí” (143).

Desconcertantemente, la cultura contemporánea sigue afirmando que no se puede creer en Dios después de Auschwitz, mientras que la Teologia católica es la única que nos puede explicar como Dios sigue corriendo el riesgo de nuestra libertad, para indicarnos que es tan grande la libertad que solo con ella podemos alabar a Dios. De hecho nos dirá Metz que “podemos rezar después de Auschwitz porque dentro de Auschwitz se rezaba”  (144).

Enseguida nuestro autor citará a Newman que es muy importante rezar, pero todavía más velar en oración, pues solo “velando con Jesús” podremos encajar los sufrimientos como Jesús y caminar derechamente al camino del calvario en unidad de intenciones (146).

La respuesta a la pregunta de Benedicto XVI en Auschwitz acerca de donde estaba Dios o como pudo permitir aquel terrible holocausto, se responde según nuestro autor, con la indicación de que Jesús fue crucificado de nuevo en ese lugar por todos los pecados de todos los hombres (149).

José Carlos Martín de la Hoz

Alberto Domínguez Munaiz, Esperanza o el amanecer de la libertad, una conversación con Metz y Lynch sobre la crisis de identidad en Occidente, ediciones PPC, Madrid 2022, 270 pp.