La historiadora María Dolores Estaban Cerezo, profesora de la Universidad Villanueva de Madrid, ha subtitulado este amplio estudio biográfico, serio y documentado, con un apunte de gran interés: “una intelectual de vanguardia”. Indudablemente, todo este extenso trabajo quedará marcado por la búsqueda de la aportación de la poeta de la generación del 27, Ernestina de Champourcin (1905-1999), a la cultura española y americana de su tiempo.
Lógicamente, a la profesora Estaban Cerezo, le hubiera bastado con seleccionar algunos de los mejores poemas de Ernestina y haberlos enmarcado en su lugar correspondiente: la España del 27, la Segunda República y las ilusiones azañistas, el exilio en México y en su tardío regreso a España, para poner en valor a una de las grandes figuras de la poesía española quien por haberse casado con un conocido político de la izquierda azañista y por haberse exiliado en México, fue denostada por el régimen franquista.
En realidad, no fue el franquismo como tal quien la despreció junto a la generación del 27, sino una pequeña camarilla de intelectuales y a los gerentes intelectuales del momento, que apoyaron a unos o a otros al terminar el conflicto fraterno y, desgraciadamente, vieron con mucha miopía los textos y los éxitos de los demás artistas que pensaban de otra forma, en vez de considerar realmente el bien del país y, por tanto, en el alma común, que necesita de los artistas para tomar los verdaderos caminos de la belleza y los demás trascendentales. Por error se cerraron endogámicamente sobre sí mismos.
Es interesante que la autora recoja con gran detalle el vanguardismo de las mujeres del Lyceum que empezó a trascender por el modo desenfadado en el vestir, coleres, excursiones a la sierra, poetas invitados a recitar en público. En definitiva: “el vanguardismo era un modo de vivir” (157).
Asimismo, con su alma de poeta expresa claramente los problemas sociales de la época, especialmente el analfabetismo en el que se implicaría la segunda república con gran vehemencia (167, 169). En sus poemas expresa el “dolor social de su alma” por la injusticia social (171). En el desarrollo del feminismo que apoyaría Ernestina desde el Lyceum, llegarían los ataques por parte de algunos sectores de la sociedad y, especialmente, por la salida de algunas ordenes religiosas femeninas de algunos hospitales, casas cuna, residencias de ancianos, promovidas por las autoridades de la república y sustituidas por enfermeras profesionales (177).
Resaltemos finalmente, la apasionada relación y posterior matrimonio de Ernestina con Juan José Domenchina (195), escritor y crítico literario amigo personal de Manuel Azaña (197) y compañero en Acción Republicana (200). Ambos, como buenos enamorados comenzaron por quitarse el sombrero (202).
José Carlos Martín de la Hoz
María Dolores Esteban Cerezo, Ernestina de Champourcin. Una intelectual de vanguardia, Eunsa, Pamplona 2024, 438 pp.