En este recorrido que estamos haciendo de los Novísimos o de las verdades de nuestra fe que sucederán al final de nuestra vida, vamos a detenernos en lo que los teólogos denominan Escatología consumada o estados finales, títulos que recuerdan ya al infierno, purgatorio y cielo, verdades reveladas que conviene meditar periódicamente (Jn 5, 25-29)-
Vamos a acudir al inteligente y bien elaborado tratado teológico acerca de la escatología, dentro de la biblioteca de iniciación teológica que editó Rialp en 2011. Los autores del trabajo, Jorge Molinero, Doctor en Teología y periodismo, y don Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva, profesor, artista y teólogo sevillano, quienes han logrado un buen trabajo de síntesis sobre esta cuestión.
En cualquier caso, nos recuerdan nuestros autores que la meta es el cielo, nadie ha sido creado para el infierno, es más, como dice san Pablo en la epístola a Timoteo, “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 3-4). Por tanto, están innatos en el alma y en el bautismo el deseo de gozar de Dios eternamente, de ser para siempre hijos en el Hijo (128).
Enseguida, nos recuerdan los autores del libro “que entre la muerte y el estado definitivo de cada persona se da una situación de alguna manera transitoria; es lo que se conoce con el nombre de escatología intermedia: intermedia entre la muerte y la Resurrección de la carene en el juicio final”.
Enseguida, nos aclaran “que en esa situación, que de alguna manera ha de ser ultimada, perfeccionada, las almas de los justos gozan ya de Dios; las de los condenados sufren ya el infierno; y las de los que se purifican en el purgatorio van pasando a lay a la visión de Dios y a la felicidad de la gloria” (129).
Como dice el refrán castellano “después de la muerte todo el pescado está vendido”. Es decir, que las potencias quedan fijadas: la voluntad en Dios o en su rechazo y el entendimiento en Dios o en el propio yo.
¿Y el purgatorio? Dice Benedicto XVI en la encíclica “Spe salvi” que en el purgatorio hay buen ambiente pues, aunque sufren saben que es por su bien y purificación, pero pronto serán introducidos en la gloria para siempre, por tanto, la esperanza está sólidamente fundada (129).
Asimismo, nuestros autores, ponen toda la carne en el asador para hablarnos del cielo, de lo que Dios nos tiene preparado. Además señalan con gran alegría que “la vida eterna, el reino de los cielos, se incoa en esta tierra, en la que ya podemos conocer y amar a Dios, aunque imperfectamente, y se consumará en el más allá: es como sabemos, algo futuro que ya ha empezado en el alma de cada cristiano, algo que es ya real como real es la semilla que se desarrolla en árbol, pero que todavía no ha llegado a su plenitud” (130).
José Carlos Martín de la Hoz
Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva y Jorge Molinero, El más allá. Iniciación a la Escatología, ediciones Rialp, Madrid 2000, 205 pp.