Escritores conversos

Después de leer el libro "Escritores conversos" de Joseph Pearce
(Palabra, 2006) uno se pregunta: ¿Por qué nadie me lo dijo? ¿Por qué nadie nos
advirtió, hasta que llegó el querido Benedicto XVI, que el mayor enemigo de la
religión hoy era el relativismo ideológico, teológico y moral? ¿No se podían
haber evitado muchos dolores, muchas defecciones, si se hubiera conocido desde
el principio el enemigo contra el que había que luchar? Y por último, ¿por qué
surgieron precisamente en Gran Bretaña unos creyentes sólidos, que encontraron
en la Iglesia católica el hogar que buscaban y se esforzaron por darlo a
conocer a través de sus escritos?

Existen varias respuestas. La primera está en el sistema universitario inglés y en concreto en Oxford. La
Universidad de Oxford se creó como un lugar de formación para el clero
anglicano. Eminentemente humanística, muchos conversos fueron excelentes
clérigos anglicanos que descubrieron la verdad entre las páginas de sus libros.
El creyente español, por el contrario, ha sido tradicionalmente muy poco
ilustrado. No han existido en nuestro país universidades abiertas a los libros
y a las ideas, ni tampoco grandes apologistas católicos, salvando quizá a
Menéndez Pelayo.

La segunda explicación puede estar en la
división de la Iglesia de Inglaterra en Hight Church y Low Church
(Iglesias Alta y Baja). Dentro de la misma Iglesia coexisten dos sistemas de
creencias: los anglocatólicos, que mantienen las
prácticas y creencias religiosas que tenían cuando se separaron de Roma, y los
evangélicos, que dan la máxima importancia a la conversión y la rectitud de
vida, y dejan en segundo plano la Liturgia y los Sacramentos.

Ya esta división
obliga a los creyentes a interrogarse a sí mismos sobre aquello en lo que
creen. La misma falta de autoridades espirituales en la Iglesia anglicana, que
toma sus decisiones por medio de concilios, permite a clérigos y laicos
posicionarse sobre las cuestiones que afectan a la Iglesia.

Nada de esto ha ocurrido con el católico español. Confiado en encontrarse en la única Iglesia de Jesucristo ha
fomentado la devoción pero no el estudio. Consciente de tener autoridades que
velan por su fe, nunca se ha planteado responder personalmente de ella. Por
último, al tratarse de un país mayoritariamente católico, no ha sentido la
necesidad de exteriorizar, proclamar y defender su fe, sentimiento que es
especialmente fuerte en los conversos.

Ahora es el momento. No esperemos a que otros
nos hagan el trabajo. Es el momento de leer, conocer y proclamar la verdad de
la fe católica, partiendo para ello de los escritos de los que han sido
testigos de ella. Quizá de estos "escritores conversos" de origen
británico que nos presenta Joseph Pearce.

 

Juan Ignacio Encabo