El profesor de la Universidad de Harvard y especialista en economía Thomas Sowell (1930) desenmascara en este trabajo, las diversas falacias que se han ido extendiendo, a su modo de ver en estos años, sobre la justicia social tanto en ámbitos jurídicos como antropológicos.
Evidentemente, los ejemplos y casos que se desarrollan en este trabajo son típicamente americanos, aunque en realidad son suficientemente significativos de lo que es una sociedad democrática y pragmática donde la utopía ha desaparecido en aras al “hoy y ahora”.
Incluso las teorías genéticas y raciales han dado paso, incluso en la izquierda, al realismo de la praxis y de la sociedad, con ideales cada vez más individualistas y egoístas (83), como expresa reiteradamente el santo Padre Francisco en sus encíclicas y alocuciones.
Es interesante la visión pragmática de nuestro autor respecto de la bajada de los impuestos para recaudar más impuestos, al ganar así más contribuyentes, más adeptos, de los que se iban a los paraísos fiscales (94). Es indudable que la disminución de la presión del gobierno lo pagará el contribuyente (106).
Respecto a la falacia del marxismo y su preocupación por la clase trabajadora le basta una línea para deshacerse de ella: para Marx la clase trabajadora o es revolucionaria o no es nada y puede eliminarse (132).
Al tratar del salario mínimo como una presión innecesaria del gobierno de turno llega a afirmar que moralizar es distinto de gobernar y que muchas veces el causante de la inflación es el gobierno (138-139).
Con respecto a la libertad, sin mucha cobertura académica e intelectual, comienza por insistir en la “libertad de vivir la propia vida” (154) y, por supuesto, la autonomía de la libertad (155). Y recuerda que “a menos obstáculos se pueden realizar más deseos” (155). Enseguida añadirá que: “los delitos no son enfermedades sino actos erróneos de la libertad” (160). Al hablar de la justicia recordará con Hayek: “no podemos exigirle justicia al cosmos” (167). Pero, señalará que: “Imponer la igualdad por la fuerza destruye la libertad” (170).
Lógicamente, debería salir la tesis capitalista básica: “El beneficio mutuo es la única manera de que el esfuerzo pueda continuar en un mercado competitivo, con un gran número de personas libres para decidir lo que están dispuestas a pagar” (173).
Para concluir, nuestro autor recordará que en el discurso predominante sobre el progreso socioeconómico de los negros se han citado datos estadísticos que muestran una disminución de la proporción negra que vive en la pobreza después de la década de 1960 y un aumento de la proporción de población negra empleada en ocupaciones profesionales, así como un aumento de sus ingresos” (184).
Es por tanto real el triunfo de la discriminación positiva, es decir el esfuerzo socioeconómico por disminuir la tremenda desigualdad social y racial que había en Estados Unidos y poner un empeño especial de gobierno, legislación y antropología (185).
José Carlos Martín de la Hoz
Thomas Sowell, Falacias de la justicia social. El idealismo de la agenda social frente a la realidad de los hechos, ediciones Deusto, Barcelona 2024, 206 pp.