La evangelización del mundo, según la Constitución apostólica sobre la Santa Sede y la reforma de la Curia Romana “Praedicate evangelium”, sería realizar un tránsito; es decir del “Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt 28, 19) a otra afirmación que sería: “Id y predicad a las familias, llevándolas por un camino de felicidad”. La prueba de que los colegios que dan un sentido cristiano en sus enseñanzas están haciéndolo bastante bien es que la mayoría de los antiguos alumnos traen a sus hijos al colegio e invitan a sus amigos y colegas de trabajo a participar de esta familia educativa. Todos desean que las familias cristianas del siglo XXI sigan siendo el motor de la Iglesia y de la sociedad como en los tiempos anteriores.
Indudablemente, también el segundo principio de “Praedicate Evangelium”, el relevo generacional, se aplica a la letra pues, como se puede comprobar en los cuadros directivos de los colegios actuales, se han producido los correspondientes relevos y, además, en muchos casos las familias de hoy son ya las de los nietos de los promotores de los colegios. Esto se llama fidelidad al espíritu.
Precisamente, el clima familiar que se respira en los colegios de inspiración cristiana, donde los alumnos vienen a clase como prolongación de su hogar y además saben que sus padres van también al mismo colegio para formarse como padres y para compartir con el tutor del alumno las preocupaciones, no solo las notas o el comportamiento general sino el crecimiento y desarrollo de la propia personalidad.
Tomás Alvira, uno de los padres fundadores de Fomento de Centro de enseñanza que promovieron padres de familias con inspiración cristiana comentaba hace muchos años al hacer balance de su vida como maestro y educador que había aprendido a amar de san Josemaría Escrivá de Balaguer. De modo que para él la materia de su santificación era sencillamente el amor conyugal y ese amor lo había aprendido viendo al Fundador del Opus Dei amar a Jesucristo, al Papa, a la Iglesia y a todas las almas.
Precisamente, en ese triángulo amoroso, Dios, el marido y la mujer se construye toda la vida matrimonial y familiar. Los hijos crecen fuertes y seguros, pues han aprendido que, con el amor a Dios expresado en el amor a la pareja, a los hijos y a todas las almas se pueden llevar a cabo todos los proyectos de futuro. Evidentemente, no estamos hablando de un amor primerizo, superficial, un amor de verano, transitorio y efímero, sino de un amor como “don incondicionado de si” que se construye día a día. Como ha explicado extensamente Mons. Fernando Ocáriz, en su carta sobre la libertad, el hombre ha recibido un don divino con el que alabar constantemente a Dios que es la energía de la libertad con la que, no solo decide entre el bien y el mal, sino que escoge los medios en orden al último fin que es procurar dar gloria a Dios con todas sus acciones.
Precisamente, una de las claves fundamentales de estos colegios es la de formar en la libertad, como en sus casas, de modo que interioricen los motivos y motivaciones de su actuar y, por tanto, no sean adoctrinados sino educados, es decir, como afirmaba san Josemaría en el prólogo de Camino, su obra más universal y conocida, hagamos de ellos “almas de criterio”.
José Carlos Martín de la Hoz