En el horizonte de los próximos años y, por tanto, de los próximos aniversarios que se avecinan se encuentra el centenario de la Prelatura del Opus Dei (1928-2028) y, por tanto, el recuerdo del mensaje de Dios que ha venido a traer: la llamada universal a la santidad y al apostolado en medio del mundo a través de los quehaceres ordinarios y, asimismo, de las relaciones habituales del cristiano.
Uno de los temas importantes, trasversales, de una celebración de estas características que, por su propia esencia, ha de ser multidisciplinar y multicultural, tanto por la globalización del mundo, como por la amplitud de la materia de la que estamos hablando, es, indudablemente, la cuestión de la secularidad.
Así pues, hay que traer a colación, entre los muchos y clarificadores textos sobre el sentido de la secularidad y de la santificación del mundo desde dentro que desarrolla Dios a través de las vidas cristianas de los fieles corrientes, que se santifican en las muchas y variadas posibilidades de nuestro mundo, se encuentra un trabajo del profesor de Derecho canónico de la Universidad de Navarra, Jorge Miras, publicado hace unos años en el Instituto Martín de Azpilcueta de la Universidad de Navarra, con el significativo título de fieles en el mundo.
La cuestión de fondo que plantea el profesor Miras es ver al mundo como un lugar de encuentro con Dios, de santificación, de progreso espiritual, de fermento en la masa y desarrollo de las virtudes humanas, como don y tarea; es decir, con la abundancia de la gracia santificante, iluminar ese mundo desde dentro con el amor de Dios.
Llegado a este punto, de su exposición, señala, con buen humor, nuestro autor que: “Es evidente que esta afirmación de la secularidad como categoría vocacional implica necesariamente una valoración del mundo y de las realidades temporales profundamente positiva: no negativa, pero tampoco meramente neutra” (56).
Precisamente, en el Campus de la Universidad de Navarra, en octubre de 1967, en pleno ambiente universitario de vanguardia, san Josemaría Escrivá de Balaguer, en su homilía “amar al mundo apasionadamente”, expuso de un modo conmovedor y público una visión novedosa y audaz de la secularidad a la que denominó materialismo cristiano que se opone audazmente a los materialismos cerrados al espíritu” (Conversaciones n. 115).
Pues pedía, nada menos, que devolver a las cosas su noble y original sentido, con el que habían salido de las manos de Dios: la gloria de Dios y la felicidad del género humano. Como afirma el profesor Miras: “según el plan del principio, el mundo y todas las realidades del mundo transparentan la gloria de Dios: tienen en sí mismas una armonía, una bondad, que remiten al hombre a Dios (cfr. Sb. 13, 1-9)” (58).
Paginas después, tras narrar la caída y la redención, añadirá el Prof. Miras, con palabras del Vaticano II “El mundo es el lugar de la vocación cristiana. Pero no solo lugar físico, como una suerte de decorado, fondo o ambiente en el que se interpreta un papel que no tiene por qué guardar relación alguna con él (visión neutra del mundo), sino que la existencia de los fieles laicos asumida en todas sus facetas por la vocación ‘está como entretejida’ con las realidades seculares, al decir del
Concilio: Por eso, la vocación divina de los laicos no es una llamada a salvarse huyendo o alejándose de esas realidades (visión negativa del mundo): ‘no han sido llamados a abandonar el lugar que ocupan en el mundo. El bautismo no los quita del mundo (…), sino que les confía una vocación que afecta a su situación intramundana’ (CL 15)” (62).
José Carlos Martín de la Hoz
Jorge Miras, Fieles en el mundo. La secularidad de los laicos cristianos, ediciones Instituto Martín de Azpilcueta, Pamplona 2000, 96 pp.