La vida y la obra de Baltasar Gracián están indudablemente de moda, pues no solo los grandes autores de la modernidad , como Schopenhauer, Nietzsche y Walter Benjamin lo han citado y valorado, sino también en nuestro tiempo, el profesor de filosofía Borja García Ferrer , bajo el impulso de su maestro José Luis Villacañas nos recomiendan su obra como la del filósofo de la vida humana.
Hay que señalar que tanto el profesor García Ferrer como su maestro, han realizado un esfuerzo muy interesante pero infructuoso, pues han puesto a dialogar a Gracián con Hobbes, Spinoza, Hume, Leibniz y Kant para proponernos una visión nueva del barroco en general y de Gracián en particular, para concluir en un Gracián sin Dios como si la sabiduría hubiera sustituido a la religión personal y como si el desencanto sustituyera la esperanza: “Gracián ha decidido vivir en el mundo como si no hubiera medios trascendentes” (25).
Indudablemente la interpretación de la prudencia como sustitutiva de la santidad está pensada por quien no ha leído el “Comulgatorio” cuando aparece el Gracián que enamorado de Jesucristo desea adaptarse al pueblo a quien considera solo digno de salvarse y no de llegar a la santidad.
En cualquier caso, Borja García Ferrer no termina de captar que la clave en el barroco es la constatación de que los luteranos han cambiado el camino de la salvación y sencillamente han borrado el camino, para dejarlo todo en las manos de Dios sin certidumbres ni seguridades del arrepentimiento que traían la Virgen, los santos y las buenas obras (19).
La ontología de Gracián puede seguirse sobre la teología de la “disputa de auxiliis” y sobre la ciencia media del molinismo y la gracia congrua de Suarez, es decir, sobre un tomismo sólido. La debilidad humana fruto del pecado original no es obstáculo para que Gracián considere que la gracia y la prudencia combinadas lleven a una nueva sabiduría (82).
Es interesante que Gracián busca avanzar por la línea de la sabiduría y la prudencia, pues le proporcionan un magnífico arsenal para criticar el presente y hacer avanzar la sabiduría mediante el conocimiento y la creatividad del amor (102). Respecto a la providencia divina y la relación personal del hombre con Dios, Gracián plantea las cuestiones tal y como lo realiza san Ignacio (119).
De hecho, afirmará Borja García Ferrer lo intuirá, aunque sin toda la profundidad necesaria: “merece la pena subrayar para nuestro propósito la identidad entre prudencia y sabiduría en la filosofía del jesuita, una sabiduría que es sinónimo de vivir, sustentado en una mirada cautelosa sobre las cosas” (133).
José Carlos Martín de la Hoz
Borja García Ferrer, Baltasar Gracián: Filósofo de la vida humana. Ediciones Guillermo escobar, Madrid 2023, 211 pp.