No me ha sido fácil entender al papa Francisco; en primer lugar los términos que utiliza. Me viene a la cabeza como muy conocida la expresión una Iglesia en salida ¿qué quiere decirse con ella? ¿que significa? Suena como a participar en una carrera.
Hace pocos días, en unas palabras a los católicos rusos, el Papa usaba una imagen, esta sí comprensible para mí; hablaba de dos fuerzas en la Iglesia, una centrípeta y otra centrífuga. Centrípeta -hacia el centro- que nos lleva a estar unidos entre nosotros, centífuga -hacia fuera- que nos hace salir hacia los demás, o sea, una Iglesia en salida. Francisco ha sido pedagogo -profesor de enseñanza media- durante muchos años y eso explica el empleo de este tipo de imágenes, tan poco corrientes en las enseñanzas religiosas. Por otra parte pertenece a otra cultura, la argentina, más barroca que la nuestra. También hemos oído hablar de una Iglesia en las fronteras ¿qué quiere decir? Ni siquiera es una expresión original, antes se utilizaba para hablar de los teólogos que no se sabía si eran católicos o no, que estaban en el límite; ahora lo que decían esos hombres lo dicen los arzobispos ¿cómo se entiende?
Pensemos en una persona que estuvo en la frontera, la madre Teresa de Calcuta. Élla, movida por el espíritu atravesó las fonteras de la pobreza, la compasión y el amor de Dios: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios ..." (Mt. 11,5). Son unas fronteras que siempre han estado ahí y que muchos -muchísimos- han atravesado antes, las fronteras del amor a los demás. Francisco proviene de una tierra en la que los pobres y necesitados son multitud, y anima a la Iglesia a dirigirse hacia ellos, a no ser una Iglesia de los puros sino de los necesitados: "No he venido a llamar a los justos a penitencia, sino a los pecadores" -dice el Señor- (Lc. 5,32). Pero ¿dónde están en nuestras sociedades occidentales esas multitudes necesitadas? Es posible que entre los inmigrantes, o entre los miles de jóvenes que acuden a los conciertos y eventos musicales, o pueden ser los que atestan las playas y lugares de vacaciones. Seguramente están perdidos "como ovejas sin pastor" (Mt.9,36), pero ¿lo saben ellos? No lo creo, se supone que disfrutan. Luego está la multitud de los que se suicidan, de los que se quitan la vida a sí mismos o a otros, o la pierden poco a poco a través de las drogas o el alcohol, de los padres sin hijos y los hijos sin padres ¿cómo llegar hasta ellos? Todos tienen cabida en la Iglesia -dice Francisco- pero está claro que no frecuentan nuestros templos ¿qué hacer?
Si miramos a nuestro alrededor cuando asistimos a la Misa dominical solo hay gente mayor ¿queremos que esto siga así? Aquí empezamos a comprender un poco más al Pontífice; si seguimos así, en una década ya no serán necesarios los sacerdotes porque no habrá para quién decir Misa o impartir los sacramentos. Leemos en los Evangelios que cuando un hombre iba a celebrar un banquete, se encontró con que la sala del convite estaba vacía, entonces dijo a sus criados: "Salid a las a las plazas y barrios de la ciudad y tred a cuantos pobres, lisiados, ciegos y cojos hallareis" (Lc. 14,21). Es lo mismo que nos está diciendo el papa Francisco pero no le entendemos.
"¿Cómo creerán si nadie les predica?" -escribe san Pablo- (Rom.10,14). Es difícil entender cuando no se recibe correctamente el mensaje. Pensamos que solo los santos hablan en nombre de Dios, pero ¿dónde están?; y si están ¿cómo escucharlos en medio de esta sociedad del bienestar? Pensemos en la parábola evangélica del sembrador; la semilla -la llamada- cae en el camino, sobre las piedras o en medio de zarzas que al crecer la ahogan (Lc.8, 5-15); ¿cómo creer en esas circunstancias? Solo se me ocurre que a través de la pobreza, una pobreza voluntaria que limpie toda la mugre que nos rodea y ahoga nuestra fe: "El que tenga oídos para oir que oiga" -dice Nuestro Señor Jesucristo a los que le escuchan- (Mt.13,9); luego no todos están preparados para escuchar la palabra de Dios; hay que limpiar antes la vida, los ojos, para descubrirle.
"Acabo de comprar un campo y tengo que ir a visitarlo, te ruego que me des por excusado" -le contestó uno de los invitados a la cena cuando recibió la invitación de su convecino (Lc.14,18)-, hoy diríamos "acabo de comprar un piso y tengo que pagar la hipoteca, no tengo ni dinero ni tiempo para asistir a ceremonias religiosas"; otro dice: "Acabo de casarme y no puedo ir", hoy diríamos "tengo novia y no puedo abandonarla para ir a un retiro espiritual, quién sabe lo que podría pasar mientras tanto"; y el otro dice: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas, te ruego que me des por excusado", hoy se diría "¡Por fin he comprado el coche de mis sueños! ¿voy a dejarlo para asistir a la cena de alguien que a penas conozco? Déjame que disfrute, ya frecuentaré las cenas-las Iglesias- cuando sea mayor".
Podríamos decir otras cosas sobre el pontificado de Francisco, pero quedémonos con la imagen de nuestros templos casi vacíos -la sala de bodas del Hijo de Dios Nuestro Señor con los hombres- y nos será más fácil entender las palabras del Papa, aunque nos cueste, que desde luego cuesta.
Juan Ignacio Encabo Balbín
Francisco, papa, Frattelli tutti y otras encíclicas, Ediciones Palabra, 2020.