Con anterioridad hemos leído textos del papa Francisco, pero esta Carta sobre la literatura nos resulta entrañable y cercana. El Pontífice recuerda su propia juventud en Argentina, cuando con 28 años fue profesor en el colegio jesuita de Santa Fe y trataba de convencer a sus alumnos para que leyeran poesía. La lectura -escribe Bergoglio- acompaña la soledad y el vacío de la vida, serena el alma cuando ésta se niega a tranquilizarse en "momentos de cansancio, rabia, decepción o fracaso".
Al leer estas últimas palabras, recordamos el periodo en el que el autor pasó de Provincial de los jesuitas de Argentina a Capellán de una residencia para religiosos ancianos sin una misión específica, de modo que acabó por ayudar en la cocina. "Está loco" -decían de él, pero en otro lugar Francisco nos ha contado como entonces se centró en la lectura y a preparar su tesis doctoral sobre Romano Guardini.
Hace tiempo visitábamos un Seminario y el sacerdote que nos acompañaba nos introdujo en la biblioteca; no llamaban allí la atención los volúmenes de teología, sino libros iguales a los que leemos tú y yo: "Los futuros sacerdotes tienen que ser hombres cultos" -nos explicó nuestro guía. Aquello me pareció un ideal inalcanzable hasta que el papa Francisco nos ha dicho que ése es el procedimiento: El seminarista y el sacerdote, el cristiano y el no cristiano, tienen que ser hombres y mujeres que busquen su camino a través del paisaje humano, no seres unidimensionales, de un solo libro y un solo juicio, sino que se abran a la experiencia humana universal, también a través de la literatura.
Por otra parte, si el sacerdote tiene que hablar el lenguaje de los hombres tiene que conocerlo, un idioma familiar que interpele, que haga pensar, no una musiquilla piadosa y repetitiva que pueda ser ridiculizada. Con frecuencia he pensado que los sacerdotes utilizan dos lenguajes, uno para el púlpito y otro fuera de él, y siempre se ha dicho que el desdoblamiento en la persona no es bueno, Nuestro Señor Jesucristo tenía un solo discurso para todos los que le escuchaban.
Francisco hace una referencia breve pero radical a la poesía; afirma que tanto la poesía como la profecía se orientan a lo profundo del hombre: al misterio de lo humano. Recuerda como san Pablo era lector de poesía y la utilizó para hacerse entender por los atenienses. Para el Pontífice, el drama de la existencia está retratado en los libros. Recuerdo, por ejemplo, que el cardenal Ratzinger mencionaba El lobo estepario de Herman Hesse como símbolo del hombre actual, perdido y sin horizontes; Francisco nos confía que a él le "encantan los artistas trágicos" -italo-argentino al fin- con los que "lloramos por nosotros mismos y por nuestro vacío, nuestras propias carencias, nuestra propia soledad", pero -añade- "no les pido que lean lo mismo que yo he leído. Cada cual encontrará aquellos libros que digan algo a su propia vida y se conviertan en verdaderos compañeros de viaje".
Termino con una frase del inicio de la Carta, donde el Pontífice afirma que "con frecuencia, entre el aburrimiento de las vacaciones, el calor y la soledad de los barrios desolados, encontrar un buen libro de lectura viene a ser como un oasis". La literatura crea imágenes con palabras y aquí el autor lo hace: "la soledad de los barrios desolados", "el aburrimiento de las vacaciones" ¿es posible que Francisco no esté recordando su propia infancia y adolescencia en Argentina? Que Dios le guarde y le bendiga por ser sencillo y humano.
Juan Ignacio Encabo Balbín
Francisco, Papa, Carta sobre el papel de la literatura en la formación, 4 de agosto de 2024.