Hace muchos años en Antequera (Málaga), una persona, buen profesional, comentaba por la noche en su casa a la hora de la cena que ese día había estado con san Josemaría en Pozoalbero, en un rato de tertulia muy agradable en Jerez de la Frontera acompañado de un buen amigo.
Seguidamente, añadió muy sentenciosamente, ha sido para mí un descubrimiento tan grande que os he conseguido unas entradas para la tertulia de jóvenes con este sacerdote que tendrá lugar allí este fin de semana y yo mismo me ofrezco a llevaros y traeros en coche.
Estar con ese sacerdote os hará mucho bien, pues habla de ser santo en medio del mundo a través del trabajo y las actividades ordinarias del cristiano, es decir que es para vosotros será una buena inversión puesto que se trata de irse al cielo y, además, trabajar no tenemos más remedio que trabajar, de modo que verdaderamente matáis dos pájaros de un tiro.
Exactamente lo mismo podemos decir nosotros ahora cincuenta años después, pues en 2023 como en 1972 la cuestión sigue siendo la misma: para enamorarse de Jesucristo y vivir eternamente disfrutando de su amistad y su complicidad lo mejor que podemos hacer es imitar a los santos como san Josemaría y como el venerable Siervo de Dios Isidoro Zorzano que vivieron enamorados y felices con Jesucristo y terminaron viviendo eternamente felices en Jesucristo.
Para esto hemos sido todos invitados ahora y siempre a la relación, a contagiarnos unos a otros esta dicha maravillosa de creer en el Resucitado. Puesto que todos queremos irnos al cielo y estar con Jesucristo toda la eternidad, el camino más certero para ir al cielo es sencillamente recorrer el camino de la vida con Jesucristo.
El otro día se estrenaba un documental en el que el Santo Padre Francisco dialogaba con jóvenes de las periferias, en situaciones extremas, pornografía, prostitución, víctimas de abusos, ateísmo, drogas. ¿Qué les dijo el santo Padre Francisco como respuesta a los interrogantes que le planteaban? Sencillamente les invito a volver a la Iglesia, pero no para quedarse fríos en el umbral de la puerta, con una fe congelada llena de frases hechas o prácticas rutinarias, en la gasolinera sacramental.
Volver a la Iglesia para entrar hasta la cocina, abrir la nevera y sentarse a tomar unas birras con Jesucristo. Experimentar la amistad con Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. El cristianismo en conocer y amar y tratar y vivir con alguien real, con Jesucristo. Probar a vivir una apasionante aventura.
Es exactamente lo mismo que les dirá el papa Francisco a los jóvenes que recibirá en la JMJ les hablará de Jesucristo con calor, con entusiasmo, les dirá cómo es Él y les invitará a probar.
Y, por supuesto, se dirigirá a los novios presentes y les animará a construir hogares cristianos luminosos y alegres donde se forme gente feliz, apasionada por la vida y por mejorar este mundo para hacerlo alegre, entusiasta.
José Carlos Martín de la Hoz