Se suele afirmar que una gran parte la crisis que estamos
padeciendo se debe a una pérdida de confianza en los mercados bursátiles, pero
otros muchos autores apuntan a una pérdida de confianza más profunda: la
desconfianza mútua.
Sin confianza no hay convivencia posible, podría haber como máximo
coexistencia pacífica. Para poder desarrollar una verdadera y autentica
convivencia es necesario no sólo aprender a confiar, sino también ser capaces
de generar confianza.
Sabemos por experiencia que el modelo de una sociedad de confianza
es la familia. El hogar al que siempre se vuelve, porque sabemos que ahí se
confia en nosotros. Allí siempre hay otra oportunidad. Por eso, cuando hay un
conflicto familiar, sólo la recuperación de la confianza mútua restablece la unidad
familiar.
Si queremos lograr una convivencia real en la sociedad de modo que
podamos afirmar, como se dice en estos tiempos de crisis, que "juntos podemos",
deberemos reconocer que el objetivo es más hondo que las proclamas genéricas:
se trata de generar confianza en la sociedad.
En este aspecto los cristianos podemos y debemos trabajar mucho,
pues el mandamiento de la caridad es la suma de los mandamientos y en
definitiva la esencia de nuestra fe. Como bien sabemos la caridad fraterna,
como el amor de Dios, no ha de ser sólo afectiva, sino también efectiva y
activa, no sólo benévola, sino también bienhechora.
La confianza se construye sobre la
benevolencia, es decir, viendo en los demás personas humanas con una gran
dignidad, nada menos que el ser hijos de Dios. Con defectos, innegables, pero
hijos de Dios a fin de cuentas, con capacidad de rectificar si descubren
confianza.
También se apoya sobre la beneficiencia: sabiendo devolver bien
por mal, sirviendo y siendo constructores de la paz y la unidad. Saber amar y
saber perdonar. Sólo así se puede perdonar y olvidar. De ese modo se puede
confiar.
Saber soportar los defectos del
prójimo viendo sus virtudes, fijándose más en lo positivo que lo negativo. De
ahí procede el perdón y la misericordia. Evitar el juicio temerario que es la
causa de la animadversión. Todos tienen derecho a la reputación y la buena
fama. Ver al prójimo como hermano, no como rival. "No juzguéis y no seréis
juzgados" (Mt 7,1).
El reciente libro de la educadora
Ana Pagés incide sobre el olvido, materia importante para nuestro tema. No
basta con perdonar, es necesario olvidar, pues sin olvido no hay autentico
perdón, ni verdadera recuperación de la confianza. "El recuerdo se aferra al orígen. El olvido
se despega de él, se aleja volando" (p.30).
José
Carlos Martin de la Hoz
Ana PAGÉS, Sobre el olvido,
ed. Herder, Barcelona 2012, 159 pp.