Me parece que no hay frase que más daño haga para la comprensión de lo que realmente es amar, y es una frase repetida con mucha frecuencia y en muchos ambientes de nuestra sociedad. Con esas palabras se manifiesta, habitualmente, todo lo contrario a lo que es el verdadero amor: el de los esposos, de los padres con los hijos y los hijos con los padres, de los amigos, de los demás en general, porque el planteamiento cristiano de la vida es, antes que nada, aprender a amar, que es entrega, generosidad, darse.
Los esposos, cuando se aman de verdad, manifiestan su amor, entre otras muchas maneras, pero de modo esencial, en la unión sexual abierta a la vida. Pero no hacen el amor. Porque hay amor, la relación sexual dentro del matrimonio es manifestación íntima, es entrega, es pensar en el otro.
Por desgracia esto solo lo entiende hoy en día una parte pequeña de nuestra sociedad. Esa manera de hablar, “hacer el amor”, es manifestación nítida de lo poco que se sabe sobre lo que es amar: generosidad, pisotear el yo, detalles de delicadeza constantes, y un deseo sincero en el matrimonio de que lleguen los hijos.
Lo que surge de ese modo de hablar, hacer el amor, es egoísmo, es hedonismo, es pasar un rato. Se puede hacer con quien se ponga por delante, aunque sea más frecuente hacerlo con la “pareja”, y no abierto a la vida. Este planteamiento lleva consigo no entender el matrimonio, lo que significa la fidelidad y, habitualmente, ningún deseo de descendencia. Si ha disminuido en gran medida la natalidad es porque hay pocos que entiendan lo que es el amor.
El amor es algo que debe estar presente en todos los ámbitos de la sociedad. La caridad cristiana, que es la idea más nítida de qué sea el amor, se manifiesta en muchas circunstancias y en muchos ambientes. La amistad es manifestación de conocimiento de las personas que lleva a un entendimiento y una dedicación que está impregnada de amor, de caridad cristiana.
Cuando se vive de amor es más normal que las personas descubran las necesidades de otros, cercanos -familiares, vecinos, compañeros de trabajo- o no tan cercanos, como son los pobres que nos encontramos en las calles o los que viven con mucha escasez en algunos lugares por la guerra, por los problemas climáticos, etc. Parece bastante claro que a nadie se le ocurre decir que cuando dan limosna están haciendo el amor. Y sin embargo es un amor mucho más notable que el egoísmo hedonista.
En nuestra sociedad hay bastante escasez de amor auténtico. Lo descubrimos fácilmente. No debemos juzgar, porque las intenciones de cada persona son cuestiones muy íntimas que no tenemos por qué conocer. Pero, en general, nos damos cuenta de que hay una tendencia muy grande al enriquecimiento, a la búsqueda de la comodidad, a las apariencias.
Cada uno a lo suyo, es lo que prevalece, y si lo que se le ocurre a este es que le apetece tener placer, busca a esa amiga fácil para pasar la noche del sábado. Y además lo llaman hacer el amor.
El amor no se hace, se trabaja día a día con generosidad, con entrega, con constancia, pensando en el otro, no en uno mismo.
Ángel Cabrero Ugarte