Después de diez años sin publicar, Susana Tamaro nos alegra con otra de sus novelas espléndidas. El título de su último libro no deja de ser un tanto discordante y solo al final se puede calibrar la intención de la autora. Sin duda pretende mostrarnos algo que está a la orden del día: el desorden moral y el caos que produce el egoísmo, que lleva a que puedan llegarse a confundir matrimonio con arrejuntamiento, con parejas de hecho y con egoísmo, que al final es la causa de tanto desorden social.
Nos cuenta una historia compleja, con el arte que ella tiene para adentrarse en los personajes y llevarnos por situaciones rocambolescas tan frecuentes. Como sabe describir a las personas, se percibe en sus descripciones esa tristeza que lleva consigo el egoísmo. Y en ese ambiente de pensar mucho más en los intereses personales que en una posible familia, se llega a tocar esa conclusión lógica: el concepto sobre la vida de tantos jóvenes que solo piensan en triunfar.
El protagonista es marino y manifiesta su conflicto: “Durante la navegación era frecuente ver el barco flanqueado por bancos de peces voladores. A mí, desde que era pequeño, me fascinaban esas extrañas criaturas suspendidas entre dos mundos. Nacían en el agua y aun así volaban. ¿Qué necesidad tenían? Al parecer, ninguna, eran peces por naturaleza, pero, en cierto momento, habían sentido el deseo de alzar el vuelo, llegar al límite y superarlo so pena de dejarse la vida para descubrir qué había más allá. Al saltar fuera del agua como peces que eran, huían de la voracidad de sus congéneres, pero a la vez exponían sus lomos relucientes a los rayos del sol y se ofrecían así como presa fácil para las aves marinas. Aquel doble riesgo, sin embargo, no detenía el vuelo. Por lo demás, tampoco son las únicas criaturas capaces de vivir suspendidas entre dos mundos. También pasa con los anfibios, o con los alcatraces y los cormoranes, que nadan bajo el agua con la misma desenvoltura con la que surca los cielos. ¿Les pasa también a los seres humanos? ¿O solo algunos? ¿Cuántas dimensiones nos encontramos en el transcurso de una vida? ¿Y cuántas de ellas nos pertenecen por naturaleza? ¿Hay otras realidades que esperar después de la vida?”.
Es el desahogo del protagonista que ante los avatares de su existencia, ante las dificultades para mantener una unión matrimonial lógica, reflexiona sobre lo que ve en su mundo, occidental, italiano, caótico e intrascendente. La novela lo refleja de modo magnífico, porque la autora es muy consciente de cuáles son las problemáticas de nuestra sociedad. Es consciente de cómo en nuestro mundo moderno de ambiente otrora cristiano ahora encontramos un materialismo que ciega.
Lo estamos viendo constantemente, en tantas personas más o menos cercanas, que tienen solo la idea de triunfar, de obtener un éxito que les haga brillar en el mundo profesional. Planteamiento que choca frontalmente con la idea tradicional de formar una familia joven de la que surgen niños. Esas familias numerosas en donde los hijos crecen inmersos en el amor a los padres y a los hermanos. Familias cristianas que pueden hacer tanto bien a la sociedad. Entre otras cosas que haya hijos.
Escasísimo sentido de trascendencia, incapaces de divisar otro mundo por el cual vale la pena luchar. Nos da pena ver a tanta gente así. No queda más remedio que explicar a los jóvenes la maravilla de vivir para Dios.
Ángel Cabrero Ugarte
Susana Tamaro, Una gran historia de amor, Seix Barral 2022, p. 130