La historia de la familia cristiana es la historia del amor transformante de Dios que se desarrolla en amor conyugal en una pareja cristiana hasta cambiar el ordenamiento jurídico del derecho romano en un cauce antropológico y jurídico, ancho y manso propio de la verdadera naturaleza humana.
Siempre sucede lo mismo: el amor humano va creciendo entre los novios hasta llegar a su culmen en el matrimonio y, con la gracia sacramental, los nuevos esposos pasarán a amarse con amor sobrenatural. Una relación destinada a durar eternamente siempre sostenida por el amor de Dios.
Es interesante recordar que frente al “cogito ergo sum” de Descartes que marca el sentido profundo de la modernidad, se ha alzado frontalmente el “cogitor ergo sum” del católico ilustrado alemán Frantz Von Baader (1765-1844) y, finalmente, del “Amo luego existo” como afirmaba Benjamín Aybar un filósofo tucumano que seguía a santo Tomás.
Recordemos, por tanto, que Dios es relación, es amor, y, por tanto, el hombre como imagen y semejanza de Dios, también es relación: con Dios y con los demás. El mandamiento de la caridad es plenamente acorde con la nueva ley instaurada por Jesucristo: la revolución del amor. Que el hombre es relación, lo expresan muy bien las primeras palabras del Génesis: “no es bueno que el hombre esté solo” (Gen 2,18), pues necesita intrínsecamente de la relación con Dios y efectivamente de la relación con los humanos.
Esa relación matrimonial, conyugal, se expresa magistralmente en palabras de an Pablo, con los desposorios entre Cristo y su Iglesia, eso sí como la Iglesia es la esposa de Jesucristo, y la Iglesia la forman hombres y mujeres, entonces Cristo está desposado con hombres y mujeres. En definitiva, el amor es un triángulo: Dios, el hombre y la mujer. De ahí que para que el amor sea fecundo deben estar los tres elementos en plena relación (25).
Como afirmaba el papa Francisco no sólo estamos viviendo una época de cambios sino un cambio de época. Y el ecumenismo sinodal adonde conduce es a la corresponsabilidad: todos estamos enamorados del único y verdadero Jesucristo y debemos encarnar su doctrina salvadora (22). Confesar a Cristo en la familia (54). En ella se da la plenitud de la autoridad con la libertad que debe servir de modelo para las instancias de gobierno de la Iglesia (61).
Recordemos que “la verdad solo puede reconocerse y aceptarse en libertad” (24) y para aplicar la libertad en plenitud, el coraje de la libertad viene enmarcado en el proyecto cristiano con la palabra sinodalidad: corresponsabilidad. Todos somo iglesia y la familia cristiana es la célula de la Iglesia y la sociedad (25) para recuperar credibilidad (26).
José Carlos Martín de la Hoz
Walter Kasper, Iglesia y sociedad, Sal Terrae, Santander 2024, 896 pp.