En el estudio de la historia hay un capítulo muy especial que suele denominarse como “Historia de la salvación”, donde los grandes teólogos de la historia y, sobre todo, los santos con sus vidas han escrito largas páginas del interés amoroso de Dios por salvar a todas las almas y, por tanto, han mostrado los caminos por los que Dios ha ido llevando a lo largo de la historia a los hombres a la salvación.
Asimismo, el profesor Marcel Chappin (Nimega, Holanda1943), catedrático de historia de la Iglesia de la Universidad Gregoriana de Roma hasta su jubilación, en su interesante visión introductoria al estudio de la Iglesia en la historia, dedica páginas de gran valor a esta cuestión.
Evidentemente, la historia de la salvación, es necesariamente más amplia que la Historia de la Iglesia, aunque desde hace veinte siglos coincida en gran parte y en gran parte no, puesto que algunos hombres y mujeres, según ha subrayado recientemente el Concilio Vaticano II, podrían haber alcanzado la salvación sin haber conocido la fe cristiana, por ejemplo antes de la encarnación o en el seno de las iglesias separadas o en ambiros donde todavía hay hombres y mujeres con buena voluntad que han temido ignorancia de la verdadera fe.
En definitiva, como ha resaltado hace todavía pocos años, el Concilio en el documento Nostra Aetate: “La Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo, considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepan en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella verdad que ilumina a todos los hombres” (n.2).
Evidentemente, el principio tantas veces citado de los padres de la Iglesia “Extra Ecclesia nulla salvus ese”, debe siempre entenderse a la luz del Magisterio y, en concreto, de los textos del Vaticano II, donde, como nos recuerda Marcel Chappin: “la Iglesia sigue siendo el lugar privilegiado, al servicio por otra parte de toda la humanidad. La historia de la Iglesia es sobre todo una historia de la gracia: gracia aceptada y gracia rechazada”.
En cualquier caso, nos recuerda Chappin, enseguida que el juicio universal corresponde a Dios y no a nosotros, aunque indudablemente en el desarrollo del mismo y a la vista de todos, se podrá “constatar si cada uno de los creyentes han seguido su vocación o han fallado a la misma” (156).
Finalmente, nuestro autor se refiere a que los primeros cristianos y nosotros tenemos la misma fe, profesamos el mismo credo, aunque actualmente disfrutemos “de un enriquecimiento espiritual, enriquecimiento del que no siempre se han aprovechado todos los cristianos. El enriquecimiento proviene de muchos, pero lo que queremos decir se comprende todavía mejor mencionando los nombres de algunos grandes. ¿Qué seriamos nosotros hoy como Iglesia si no hubieran existido un Ireneo, etc.” (157).
José Carlos Martín de la Hoz
Marcel Chappin, Historia de la Iglesia, ediciones Verbi Divino, Estella (Navarra) 1997, 172 pp.