En la historiografía actual para poder calificar y discernir épocas de la historia se suele utilizar el sistema de buscar solo los aspectos positivos de un periodo hasta realizarlos y convertirlos en leyenda aurea o, por contrario cargar las tintas en lo negativo hasta reconducir la realidad a una especie de leyenda negra. Es decir, ambas visiones son falsas puesto que están mediatizadas por un determinado ángulo de visión y nos sirve para, posteriormente, cotejar ambas e intentar llegar a una versión más objetiva, aunque siempre estaremos alejados de la realidad completa.
En este sentido ha trabajado el profesor y catedrático emérito de la Universidad de la Rioja, José Luis Gómez Urdáñez (1953-2023), en uno de sus más interesantes trabajos publicados sobre el siglo XIX español.
En esta ocasión ha buscado los bajos instintos de los políticos para aferrarse al poder y ha narrado maravillosamente las intrigas palaciegas del siglo XVIII en la época anterior a la llegada de Carlos III para, finalmente, concentrarse en la España del más absolutista de todos los Reyes de España.
La extraordinaria documentación manejada por el autor muestra cómo las apariencias engañan y cómo detrás de los sucesos del período de la ilustración absolutista en España no tiene nada que enviar a la de otros países de su entorno: “a pesar de tantas injusticias y de la Inquisición hubo ilustración en España” (25).
Después de leer este trabajo, es interesante observar cómo cambian las opiniones y la composición de lugares sobre determinados personajes de ese periodo, desde Carlos III, Ensenada, Campomanes, Aranda o el propio Jovellanos. los clichés y los prejuicios que nos han mostrado determinados historiadores como Federico Suárez y Vicente Rodríguez Casado que escribieron la historia del XIX y XX desde el ángulo del pensamiento tradicionalista y casi carlista, se enfrenta con la visión del mismo periodo que ofrecen Vicente Cacho o Vicens Vives. La conclusión es que hay que seguir estudiando y metiéndose en la piel de aquellos protagonistas de la historia.
Es indudable que Benito Feijóo era un ilustrado más, como también es evidente que tenía fe y, por tanto, no desconfiaba de Dios y de la Iglesia como hacían los ilustrados franceses e ingleses, y su deseo de reforma de la Iglesia, del estado, de la economía o de la cultura española eran evidentes (36-40).
Especialmente interesante son las tensas relaciones entre la nobleza, la Iglesia y la monarquía durante todo el gobierno de Fernando VI y sobre todo de Carlos III. Que se trataron con crueldad entre ellos está claramente expresado en este trabajo aparecen muchos ejemplos: “el siglo de la crueldad” (72) lo denominará nuestro autor. Esto llegará a su cenit en la expulsión de la Compañía de los reinos de España y las gestiones para lograr la extinción (166).
José Carlos Martín de la Hoz
José Luis Gómez Urdáñez, Víctimas del absolutismo. Paradojas del poder en la España del siglo XVIII, Punto de vista editores, Madrid 2024, 341 pp.