La interesantísima biografía de Joseph de Fouché, redactada y publicada por el célebre historiador y novelista austríaco Stefan Zweig, refleja muy bien el alma y la inteligencia de uno de los personajes más importantes de la Revolución Francesa.
El fino analista Zweig analiza la sucesión de los sucesivos pasos de la revolución de 1798 hasta la restauración de la monarquía borbónica, donde utilizará como huilo conductor la inteligente posición de Joseph Fouché quien ocupó cargos de responsabilidad en todas las situaciones y con la confianza o al menos respeto de todos los que gobernaban.
Efectivamente, hay muchas lecciones de la historia que aprender durante aquellos turbulentos años cuando una nación tan importante y dotada espiritual e intelectualmente, pudiera sobrevivir desde la revolución, el imperio del terror revolucionario que terminó por sacrificar a sus propios protagonistas, la Convención, el Directorio, el Cónsul vitalicio y el Emperador Napoleón, la restauración de los borbones y finamente de nuevo la república.
La clave de la actuación de Joseph Fouché para Stefan Zweig se podría resumir en dos parámetros fundamentales: el primero y más clave, el estar perfectamente informado de lo que sucedía, de quien era quien y, sobre todo, de lo que pensaba la mayoría, donde estaba “el clima de la mayoría”, pues tarde o temprano la mayoría terminaba por inclinarse en una dirección y ahí había que estar y, además, habitualmente “estaba” aquél hombre de serenidad imperturbable que, por supuesto, “sabía lo que pensaban los demás, pero nadie sabía a ciencia cierta lo que pensaba él” (115, 116).
La segunda cuestión es la de saber “no apegarse al poder”, sino utilizarlo para el bien común. Como va a explicar Stefan Zweig el poder requiere buscar el bien común, por encima del bien particular, lo cual es habitualmente incompatible con la soberbia o el afán de poder absoluto. De ahí, que sea muy difícil mantener el poder mucho tiempo, pues el que busca el poder por el poder, acaba corrompiéndose y quien cae en el poder absoluto se corrompe absolutamente (109).
Habitualmente, se suele decir que tras un tiempo en el poder se empieza a perder conexión con lo que realmente piensa la calle, la mayoría de los ciudadanos y, en vez, de rectificar las políticas para llevarlas hacia el bien común, es mucho más fácil pensar e incluso pretender que la mayoría ha de ser educada en valorar lo que se hace por ella y en que acepten lo que se les propone como lo mejor.
La gran lección del libro está en el último periodo, el de Napoleón. El genio corso logró ordenar el caos que había Francia y convertirlo en unidad, orden y progreso (112). Pero, después vino la caída, pues el recién nombrado emperador se separó del pueblo al lanzarse a un régimen de otros tiempos, como los de Alejandro Magno, cuando lo que el pueblo quería no era un emperador y un impero mundial, sino un gobernante que elevara el nivel económico y cultural de Francia y les dejara vivir tranquilos.
José Carlos Martín de la Hoz
Stefan Zweig, Fouché. Retrato de un hombre político, ediciones Acantilado, Barcelona 2021, 279 pp.