Intelectuales católicos

 

Hace unos días un periodista del Mundo digital, el profesor de filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid Félix Sánchez Garroncho, lanzaba una pregunta muy interesante: “¿dónde están los intelectuales católicos?”. La pregunta fue contestada por el profesor del CEU-San Pablo, José Francisco Serrano, desde “El Confidencial Digital” y así sucesivamente.

Evidentemente, la pregunta continuará estando ahí por mucho tiempo puesto que, si hay algo que dejó clara la transición democrática española, es que en este país no existe un grupo o partido político llamado democracia cristiana, ni parece que la Iglesia española lo vaya a propiciar en el futuro, ni tampoco lo quieren los católicos españoles que están muy contentos de seguir siendo libres de opinar en lo que no sea dogma de fe lo que les venga en gana. Este ejemplo, por tanto, puede trasladarse a la vida cultural e intelectual en general y constituir una primera respuesta.

Es muy interesante que haya surgido en el debate algunos nombres, entre los que estaba Javier Gomá, precisamente para negar que fuera un intelectual católico. Precisamente, ese nombre puede ser paradigmático de la posición que acabamos de enunciar. Efectivamente, Javier es conocido como un hombre de fe pero que ni actúa, ni se le considera un intelectual confesional. Es más, por la idiosincrasia española parece mejor que siga haciendo su trabajo en la Fundación March, editorial Taurus, con sus publicaciones en Galaxia Gutenberg explicando su punto de vista personal y sus ideas acerca de los temas culturales de actualidad, que, al ser católico practicante y hombre de coherencia entre fe y vida traslucirá habitualmente unos principios cristianos.

Precisamente, cuando Juan Pablo II impulsó desde Haití una Nueva Evangelización, recordaba que no partíamos del Kilómetro cero, pues esta sociedad occidental en la que nos movemos tiene muchas raíces cristianas de fondo como los derechos humanos propiciados por la ONU.

Recuerdo que hace unos años hablaba con cierta frecuencia con Mons. Antonio Montero Moreno (1928) cuando era Arzobispo de Mérida-Badajoz, en largas y entrañables conversaciones en su despacho de Badajoz. Era un hombre de una gran cultura, un historiador clave para entender la persecución de la guerra civil española y, sobre todo, un hombre de fe y un buen pastor de su diócesis. La cuestión a la que volvía una y otra vez era qué sería más conveniente: dedicar medios económicos y personas valiosas a poner en marcha medios de comunicación oficialmente católicos o formar periodistas que fueran buenos profesionales y hombres de fe acendrada y vivida.

Quizás la solución a la cuestión siga siendo la de formar desde las instituciones católicas y en las familias cristianas hombres y mujeres con un buen nivel intelectual y con una buena cabeza y con propuestas diversas en los temas opinables. De ese modo en el conjunto de los partidos políticos, instituciones sindicales, culturales, etc., esos cristianos cabales construirán junto con sus amigos y compañeros de toda clase y condición una nueva cultura y una nueva civilización que será lógicamente acorde con la dignidad de la persona humana y con los grandes principios del humanismo cristiano.

José Carlos Martín de la Hoz