La abolición de la Inquisición

 

En las Cortes de Cádiz y en una situación de máxima tensión, cuando apenas quedaba más espacio de libertad y de soberanía en la península ibérica que la bimilenaria ciudad de Cádiz y su entrada natural, la Isla de León y su capital naval de San Fernando, se reunieron los diputados de todas las provincias y de los reinos de ultramar, pues la conexión marítima estuvo siempre expedita gracias a la ayuda inestimable de la armada inglesa.

En efecto, en el teatro de las Cortes de la ciudad cañaílla tendría lugar en 1812 la primera sesión de las Cortes de Cádiz, aunque después por motivos de seguridad se trasladara al interior de la ciudad de Cádiz, que entronizaría de nuevo a Fernando VII, como su monarca natural, y establecería una nueva constitución que marcaría el futuro de las tierras de España y de los vastos espacios de ultramar (114).

Precisamente, uno de los temas más debatidos en aquellas Cortes privilegiadas y llenas de las nuevas ideas del primer liberalismo, era la necesidad de la abolición del Tribunal Inquisitorial, pues parecía un paso obligado para liberar a la Iglesia de la lacra de la desconfianza y de la acusación del uso de la violencia para defender la fe, mientras que la doctrina de Cristo será siempre, como príncipe de la paz, camino de la persuasión y de oración.

Efectivamente, la verdad teológica se impuso y, en una apretada votación, vencieron los diputados liberales y se suprimió el Tribunal de la Suprema Inquisición para devolver la defensa de la fe a los obispos en cuya potestad de jurisdicción recaía, desde los orígenes del cristianismo la obligación de custodiar la fe y de proponerla a los fieles junto a la del oficio sacramental y de regir al pueblo de Dios.

Poco tiempo después, el restaurado rey Fernando VII, por motivos de oportunidad política, creyó oportuno devolver la legislación inquisitorial y parte del contenido de las Cortes de Cádiz a su status quo anterior, aunque, finalmente, en 1833 ya con la regente María Cristiana fuera definitivamente abolido un tribunal que había caído en decadencia desde 1511.

De hecho, como se puede comprobar, las tres cuartas partes de los procesos tuvieron lugar entre 1478 y 1511. En efecto el objetivo del tribunal fue la investigación de la herejía judaizante y la conversión del reo y ambos, para esa fecha, estaban complemente cumplidos (59).

El historiador y jurista Fernando Gil González, ha dedicado el estudio que ahora presentamos a mostrar, con abundancias de documentos, datos y anécdotas la decadencia del tribunal inquisitorial durante los siglos XVIII y XIX, tanto en la metrópoli, como en los virreinatos de América o en Filipinas. Efectivamente, una organización tan completa y capilar fue puesta al servicio de la formación cristiana del pueblo y, cuando finalmente fue abolida, dejó en ese pueblo la terrible impronta de la desconfianza y de la mentalidad inquisitorial (137)

 José Carlos Martín de la Hoz

Fernando Gil González, La Inquisición: ¿Decadencia, abolición o reconversión?, editorial Colex, Madrid 2020, 149 pp.