El
próximo día 28 de octubre en una solemne ceremonia en el Vaticano
serán beatificados casi medio millar de mártires de la
persecución religiosa de la Guerra Civil española. Ante un acontecimiento de esta importancia,
toda la Iglesia eleva su acción de gracias a Dios, por haber iluminado a
esos hombres y mujeres con la gracia del martirio, y haberles constituido en
testigos de la fe.
Desde
los primeros siglos del cristianismo, el planteamiento de la santidad era martirial.
La
imago Christi
se mostraba con gran frecuencia en la imitación de Cristo en el
martirio. Baste recordar que en el horizonte de radicalidad de la vida
cristiana estaba el martirio, como puede observarse en las catequesis
bautismales de los primeros siglos.
La perspectiva
martirial presente en el siglo XX y frecuentemente recordada por los abundantes
procesos de beatificación y canonización llevados a cabo por Juan
Pablo II, ha servido para recordar a los cristianos que el martirio es un modo de
vivir el sacerdocio común de los fieles: todos estamos llamados a la
santidad, como mártires, o como confesores.
Conviene
recordar las características esenciales del martirio: en primer lugar
que tenga lugar en una muerte violenta. Lo que puede suceder instantáneamente
o a consecuencia de las heridas infringidas. Es decir que se ponga al
límite el instinto de supervivencia, básico en todo ser humano, o
el seguimiento de Jesucristo. Fe o vida.
La segunda
característica es que quien ataca y provoca esa muerte realice esa
acción por odio a la fe.
En el siglo XX con la eclosión de las
ideologías, la persecución religiosa, muchas veces, ha sido
realizada para eliminar la vida cristiana o los principios cristianos, que se
veían como obstáculos para la implantación de unas ideas
en la sociedad. El
rechazo del Evangelio o el rechazo de Jesucristo, se convertía en la
persecución de sus adeptos.
Finalmente la
tercera característica sería la aceptación voluntaria de
la muerte antes que renegar de la fe en Jesucristo, y en el Evangelio.
Evidentemente queda respetado el principio de buscar salvar la vida, para
seguir propagando la fe. Pero,
cuando esa ocultación equivalía a negar la fe con la vida,
debían rectificar, presentarse y manifestarla.
Los
nuevos beatos han sido estudiados detenidamente, se han documentado seriamente
las circunstancias de su martirio y se ha llegado a la conclusión que
existe fama de haber muerto como testigos de la fe. Acudamos a su
intercesión para que los cristianos del siglo XXI seamos fieles a Jesucristo
en las circunstancias ordinarias de nuestra vida.
José
Carlos Martín de la Hoz
González Rodríguez,
M.E. (2007) Hablar
hoy de martirio y de santidad, Madrid, Edice
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6542
Cárcel
Ortí, V. (1990) La persecución religiosa en España durante la Segunda República
(1931-1939), Madrid, Rialp.
http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=6543