No soy nadie para escribir acerca de estas cuestiones, pero si hemos hablado de sinodalidad en nuestra Iglesia, hasta un lector de periódicos puede dar su opinión sobre lo que acontece en ella. Me estoy refiriendo al reciente Decreto vaticano Fiducia supplicans, por el que se autoriza a los clérigos a impartir una bendición a las parejas del mismo sexo.

La norma ha levantado polvareda y no nos debíamos extrañar, ya que la oposición al papa Francisco viene de lejos. Algunos líderes y creadores católicos de opinión -que pretenden saber más que el Pontífice- afirman que no se puede bendecir a las parejas del mismo sexo porque sería bendecir el pecado. Veámoslo:

1. Una bendición es siempre individual, aunque se bendiga una muchedumbre; se bendice a todos y cada uno de sus miembros.

2. La bendición es una expresión de los buenos deseos tanto del que la imparte, como del que solicita la ayuda de Dios. Las personas devotas todavía utilizan la expresión ¡Que Dios te bendiga!, luego no es un rito que se pueda asimilar a la celebración de un matrimonio. En América latina, donde todavía se conservan viejas costumbres cristianas, los hijos piden la bendición de sus padres como expresión de amor y buenos deseos.

3. En último extremo la bendición se pide a Dios, y, por lo tanto, su eficacia depende tanto de las disposiciones del que la imparte como de aquel o aquellos que la solicitan; si no tienen buenas intenciones la bendición es ineficaz y más bien incurrirían en "No tomarás el nombre de Dios en vano". Que lo piensen antes de hacerlo.

4. Para saber si una relación entre personas del mismo sexo es buena o mala, no hay que preguntar al párroco sino a las madres; si éstas dicen "Fulanito ha sido una bendición para mi hijo" o "Fulanita ha sido una suerte para mi hija" las cosas van bien, aunque no lo comprendamos. ¡Cuántas relaciones hetero son un auténtico desastre!

5. Habrá cosas más interesantes que tratar en el ámbito religioso que una bendición solicitada e impartida a dos personas, pero como suele decirse: ¡Cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas!

Juan Ignacio Encabo Balbín