La comunicación en la pareja

 

En primer lugar, conviene recordar que a la pareja cristiana en realidad más que “una relación bilateral” le corresponde mejor la figura del triángulo amoroso: Dios, el marido y la mujer. Y, por tanto, se establecen unas sinergias constantes a modo de triángulo equilátero, pues, como afirmaba Josemaría Escrivá: “Las relaciones con Dios son necesariamente relaciones de entrega y adquieren un sentido de totalidad”.

Es interesante aplicar a las relaciones de pareja todas las reglas de las relaciones personales con Dios, en cuanto que Dios es amor y en cuanto que Dios nos ama hasta la entrega de su vida en la cruz: hasta el extremo. Por tanto, todos los hombres pueden amarse unos a otros: es cuestión de crecer, darse, donarse, desarrollarse, madurar en el amor durante toda la vida. Es más, “la medida del amor a Dios es amarle sin medida” y la medida del amor a la novia o al novio es amarle sin medida.

Por tanto, es cuestión de poner toda nuestra libertad en juego pues a la libertad aplicada a la donación incondicionada se corresponde la verdad como conformadora de la libertad.

La referencia del amor cristiano está en Dios: “Un nuevo mandamiento os doy que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán todos que sois mis discípulos” (Io 13, 31).

El problema está en decir “basta”, en decir “no puedo”: el que dice “no puedo” está diciendo “no quiero”. Puesto que nos entregamos apoyándonos en la fuerza de Dios. Esto explica por qué pudo decir Jesús: “amad a vuestros enemigos” (Mt 5,38). De hecho, el mismo Cristo en la cruz rezó por sus perseguidores: “Padre perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34).

En ese sentido conviene revisar cada día el sentido de la Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, para entender que en la vida íntima de Dios lo que hay es conocimiento y amor. También nosotros conociendo, comprendiendo, escuchando a una persona en un diálogo infinito, conocemos más y mejor y podremos amar y entregarnos mejor y más renovadamente y proporcionar cada día a la persona amada “filetes de ternura” que mantienen encendidos los fuegos del amor.

Para casarse con alguien hace falta comprobar en el noviazgo que tenemos el mismo proyecto de vida matrimonial, que haya el “feeling” necesario entre los dos y sobre todo que ambos poseen un “corazón de oro fino”.

La comunicación en la pareja ha de ser constante, fluida y habitual hasta poder afirmar que tenemos los dos una sola alma y un solo corazón. Ese requiere mirarse cada día, escucharse cada día, abrirse cada día, tener paciencia y humildad: pedir perdón es la manera más hermosa de decir te quiero. Toda discusión culmina con un abrazo entre ambos que ponga el amor por encima de todo y recordando que la unidad es útil y necesaria pero la uniformidad ni es útil ni es necesaria. Por tanto, que el más humilde diga: “lo que tú quieras amor mío”.

José Carlos Martín de la Hoz