La concordia sin acuerdo

 

El profesor de filosofía moderna y contemporánea de la Universidad Rey Juan Carlos, Ernesto Baltar (1977), ha redactado una interesante biografía intelectual del primer discípulo del célebre filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955), Julián Marías (1914-2005), quien presidió la cátedra Ortega y Gasset de la UNED (1980-1984).

La obra debería haber dilucidado dos cuestiones fundamentales: la primera sería explicar la oposición a Julián Marías del régimen de Franco y de algunas instituciones de la Iglesia y a la figura intelectual y al legado filosófico de Ortega y Gasset que él representaba. En segundo lugar, debería explicar por qué después de la transición y la llegada de la democracia no se ha impuesto la filosofía de Ortega (177).

Respecto a la primera cuestión, el profesor Baltar no ha logrado clarificar el problema, por no haber buscado en los archivos y voces autorizadas, sino que se ha dejado llevar por lugares comunes y voces poco rigurosas desde el punto de vista histórico (83). Así, por ejemplo, afirma que el Opus Dei se habría opuesto a la filosofía de Ortega desde el primer momento (97, 102) y habría dirigido el suspenso de la Tesis Doctoral de Julián Marías en 1942, a través de la figura de Víctor García Hoz, que fue secretario de aquel tribunal (81).

Si se hubiera detenido consultar la documentación publicada en estos año por el “Instituto Histórico san Josemaría”, habría descubierto que en 1942 el Opus Dei era un pequeño grupo de universitarios de algunas universidades de España y algunos jóvenes profesionales que no tenían ni peso ni influencia en el mundo político ni intelectual. Además, el Opus Dei no actúa como grupo en cuestiones temporales, ni tampoco tenía fuerza por la edad y la posición social de sus escasos miembros y, finalmente, porque Víctor García Hoz no pediría la admisión en el Opus Dei hasta 1947.

En realidad, es muy fácil averiguar quiénes fueron los eclesiásticos e intelectuales católicos que se opusieron tanto a Julián Marías como a Ortega y Gasset, pues bastaría con consultar esos archivos que insinúa el autor haber consultado, para anotar quienes estaban detrás de la iniciativa de llevar las obras de Ortega y Gasset al índice de libros prohibidos de la Congregación para la Doctrina de la Fe (91).

Finalmente, esta superficial visión de los hechos  queda corroborada cuando el propio autor recoge la crítica de Calvo Serer a la reválida del doctorado de Julián Marías en 1951, pues lo que afirma ese catedrático e investigador del CSIC, es lógico y acorde a derecho: el trabajo de investigación que se presentó, ya estaba publicado, Seguidamente, afirma que Víctor García Hoz se había quejado de no haber sido convocado, porque se le privaba de poder quitarse el baldón que se le ha habían atribuido: un suspenso en una tesis filosófica, cuando él era un doctor especialista en pedagogía (95).

Asimismo, recordemos el título: “La concordia sin acuerdo” es la falta de acuerdo de los intelectuales sobre Ortega y demuestra que la obra del maestro sigue sin un continuador que logre responder a los problemas filosóficos de nuestro tiempo (192, 272).

José Carlos Martín de la Hoz

Julián Marías, La concordia sin acuerdo, ediciones Fundación FAES, Madrid 2021, 319 pp.