La doctrina moral de san Vicente de Paúl

 

Indudablemente, el gran mérito del profesor Andrés Román María Motto (Buenos Aires, 1962), sacerdote y padre paúl, especialista en teología moral y profesor de la Universidad Católica de Buenos Aires, ha sido descubrir que la caridad desbordante de San Vicente de Paúl (1581-1660) que le llevó, por inspiración divina, a poner en marcha la Congregación de la Misión, las hermanas de la caridad y la gran familia vicenciana, también tomará cuerpo en los escritos del Fundador hasta poder hablar de una verdadera doctrina moral de virtudes.

Con este descubrimiento, desea asentar nuestro autor que la doctrina de san Vicente, teológicamente asentada en santo Tomás de Aquino (349) se adelantó al padre jesuita Juan Azor (1535-1603), en las Institutionum moralium (1600) y, sobre todo, a san Alfonso María de Ligorio (1696-1787) y a otros grandes teólogos morales que aplicaron la doctrina moral del concilio de Trento y el catecismo de párrocos promulgado por san Pío V (1566), a la teología moral del XVII para establecer una moral de virtudes que se aplicará en la Iglesia Católica y en los Manuales de Teología Moral, hasta bien entrado el siglo XX cuando tenga lugar la propuesta que propició el Concilio Vaticano II.

Como es sabido desde los textos conciliares y, especialmente, desde la Encíclica “Veritatis splendor” (6.08.93) y la PARTE III del nuevo catecismo universal (nn.1691-1698) promulgado por san Juan Pablo II (15.08.97) con el título “La Vida en Cristo”, la teología Moral se ha enriquecido notablemente con la llamada universal a la santidad y la imitación de Cristo.

Evidentemente, desde la publicación de la Veritatis splendor, se ha producido un intenso diálogo entre fe y razón, fe y ciencia , fe y costumbres, pues al ir al fondo de la cuestión: la imitación de Cristo, hay muchos problemas morales que se han solucionado y otros deberán serlo tras una especial atención a la Escritura, los padres y la tradición y magisterio para descubrir cómo vivían la fe y la moral los primeros cristianos y cómo lo hacían en el XVII.

En esa dirección, al ser la caridad el mandamiento esencial y primero, servirá de camino de profundización en la historia y en la actualidad. Si vivimos heroicamente la caridad con nuestro prójimo de modo continuado y constante solo será posible por una gran caridad con Dios y una vida enamorada del Salvador. Dicho de otro modo, al igual que Cristo es el rostro de Dios el enfermo, pobre y necesitado es el rostro de Cristo que pregunta por nosotros y reclama amor: “en la moral vicenciana las virtudes son netamente cristológicas. El modelo de virtud es Cristo, no el hombre griego (…). Cuando analiza la virtud su paradigma es Cristo” (36).

Inmediatamente, nuestro autor subrayará que la moral de virtudes vicencianas es netamente relacional, pues Dios envía a cada cristiano: “envía al hombre a servir a los demás, no los aísla, ni lo hace huir del mundo. Lo compromete con los desheredados de la sociedad” (103).

José Carlos Martín de la Hoz

Andrés Román María Motto, La Moral de Virtudes en San Vicente de Paúl (1581-1660), editorial CEME, Santa Marta de Tormes (Salamanca) 2010, 467 pp.