Periódicamente, en el ámbito de la ciencia teológica, como de otras materias de carácter humanístico y literario, se plantea la cuestión acerca de las relaciones entre la unidad y la pluralidad, tanto a nivel de las esencias, como de los diversos enfoques posibles.
Es más, desde la división de las ciencias, ya en el siglo XVII en múltiples materias, áreas de investigación, departamentos y especialidades, más sentido adquiere la pregunta clave por la esencia.
Evidentemente, en el caso de la fe católica, la cuestión se resuelve con más rapidez de lo habitual: la esencia del cristianismo es conocer y amar a Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado, que llevó a cabo la plenitud de la revelación y, por tanto, quien ocupa con completa naturalidad la centralidad.
Lógicamente, a la hora de abordar la inspiración cristiana del quehacer educativo, el profesor Luis Romera, tendrá que tener en cuenta la pregunta por la esencia y por los elementos esenciales del cristianismo antes de dirigir su discurso a los directivos y profesores de la “Institució Familiar d’Educació” de Cataluña, tema de nuestro comentario a la luz de la publicación que estamos leyendo.
Una vez asentada la importancia del impacto del cristiano por el encuentro con Jesucristo, nuestro autor nos hace caer en la cuenta de que, tras el encuentro imborrable, el hombre sigue siendo libre para tomar las sucesivas decisiones de la vida, es decir, decisiones sólo o con Jesucristo, decisiones de fondo para la vida; decisiones de auténtica libertad o decisiones de dejación de derechos, de abandonos o de enajenaciones (85).
Enseguida subrayará con palabras de la vocación del papa Francisco, que Dios es quien nos busca, quien espera nuestra respuesta positiva ante los requerimientos y planes que desea llevar a cabo con nosotros: “Fue la sorpresa, el estupor de un encuentro, me di cuenta de que me estaban esperando” (91).
Lo más interesante de la narración de la vocación del papa Francisco, viene en la narración escrita a continuación, pues es la continuidad tras el flechazo, pero, sobre todo, por ser algo accesible a todos. Es decir; la llamada y el seguimiento, suceden día a día, el amor de cada día, la vida junto a la Vida.
Escuchemos lo que expresa el papa con gran naturalidad y frescor: “Mirar a Dios, pero sobre todo sentirse mirado por él. En ocasiones la experiencia religiosa en la oración se produce, en mi caso, cuando rezo vocalmente el Rosario o los salmos. O cuando celebro con mucho gozo la Eucaristía. Pero cuando más vivo la experiencia religiosa es en el momento en que me pongo, a tiempo indefinido, delante del sagrario. A veces me duermo sentado dejándome mirar. Siento como si estuviera en manos de otro, como si Dios me estuviese tomando la mano. Creo que hay que llegar a la alteridad trascendente del Señor, que res Señor de todo, pero que respeta siempre nuestra libertad” (93).
José Carlos Martín de la Hoz
Luis Romera, La inspiración cristiana en el quehacer educativo. Indicaciones desde la filosofía, Rialp, Madrid 2020, 110 pp.