A la espera de Dios

 

Con este significativo título el profesor Carlos Ortega traduce y reedita los textos estrictamente religiosos redactados por la filósofa y pensadora francesa de origen judío, Simone Weil (1909-1943), que habían sido recopilados por el famoso dominico francés J. M. Perrin con el que Weil había hablado largamente de estos temas y publicados en 1949.

En realidad, como nos recuerda el profesor Ortega en su introducción, se ha titulado el trabajo “A la espera de Dios”, pues en primer lugar ese fue el título original y esa era la actitud de Simone Weil, quien finalmente murió en la espera de la última visita o el último empujón de Dios para bautizarse en el seno del catolicismo, puesto que desde su estancia en el monasterio benedictino de Solesmes en la semana santa de 1938, parece como si Dios ya no dejara de buscarla, visitarla, atraerla hacia él, aunque siempre respetando la libertad o el arranque de la propia Simone Weil, quien no terminaba de dar el salto sacramental.

Efectivamente, Perrin nos recuerda que meses después de la estancia en Solesmes, sucedió “la gran iluminación que cambió su vida” (19) y que ella relató someramente a muy pocas personas y es que como ella dijo: “Cristo mismo descendió y me tomó”.

Seguidamente vinieron las experiencias agrícolas de Marsella, la persecución de los judíos en Francia, su marcha a Nueva York y su llegada a Londres para colaborar en la reconquista de Francia y enseguida su muerte

Evidentemente, hemos de escuchar a Carlos Ortega, traductor e introductor de Simone Weil, quien siempre ha resaltado que en esta hiperactiva pensadora, había tres elementos en constante consonancia: pensar, escribir y actuar. Es decir que la vida de Weil era tan apasionada que era un “vivir conscientemente” , lo que le llevó a morir joven y completamente agotada.

El propio Perrin fue el encargado de recoger los materiales relativos a la cuestión religiosa para su publicación de modo que nos ha puesto delante de los ojos con las mismas palabras y dudas de Weil la situación de su alma algo parecido a: “saberse llamada y esperar a que vuelva a llamar con mayor viveza”. De hecho, Perrin nos trascribe un texto de una carta de Simone Weil, retazo de su vida en Marsella, cuando  al hablar de la eucaristía afirmaba: “Mi corazón ha sido trasportado para siempre, así lo espero, al Santo Sacramento expuesto sobre el altar” (20)

En cualquier caso, en una carta dirigida a Gustave Thibon precisaba: “mi ferviente deseo de complacer al P. Perrin no puede cumplir la función del impulso, sino que, al contrario, más bien me retiene para evitar una mezcla ilegítima de actitudes” (153). Precisamente, en esta obra, al abrir su alma muestra sus crisis, gozos y oraciones. Como ella misma escribe a Maurice Schumann en la última página de este libro “toda la parte mediocre del alma rechaza el sacramento (…) más seguro es que el sacramento va a destruir mucho mal en el alma y a llevarla mucho más cerca de la perfección” (155).

José Carlos Martín de la Hoz

Simone Weil, A la espera de Dios, Prólogo de Carlos Ortega, ediciones Trotta, Madrid 2009, 155 pp.