Vamos a adentrarnos en la antropología teológica, pues es necesaria para poder ponernos de acuerdo y dialogar sabiendo lo que decimos. La primera característica de esa antropología se podría definir con: “Él tomó la iniciativa”. Indudablemente, todo parte del impacto del encuentro, de la experiencia de Dios.
Hoy como siempre, Dios sigue creando almas, redimiendo almas, bautizando almas, perdonando almas, persiguiendo almas, enamorando almas y salvando almas. La antropología cristiana es un resumen de los sucesivos acontecimientos, encuentros y desencuentros.
Dios, hombre y naturaleza. Estos son los tres conceptos claves. Nosotros somos personas de confianza y se nos adelanta lo que otros han de descubrir por sí mismos: los actos humanos, las virtudes y vicios. La armonía de las virtudes, sometidas a la Prudencia, “auriga virtutum”. Existen superdotados de la inteligencia, de los afectos, de los sentimientos y de la voluntad. La felicidad está en la armonía: dar gloria a Dios.
Quien crea pone un fin. Fines últimos y fines particulares. La felicidad es la íntima convicción de estar haciendo lo que Dios quiere”. Y lo que Dios quiere es que seamos felices dando gloria al creador y enamorándonos de su hijo. La conversión del pecado.
Indudablemente, de la mano de Jesucristo y de su madre Santísima, no sólo podemos conocer a Dios, sino emprender el camino de la belleza. Es grande el fruto de la extraordinaria presencia de Cristo en la meditación y especialmente, a través, de la penetración en el Nuevo Testamento. En ella captaremos su rica humanidad y su desbordante divinidad. El Evangelio nunca es propaganda, siempre es comunión e identidad.
Para san Josemaría la clave está en la libertad como energía, lo que él denomina “querer querer”. La santidad para él es la plenitud de la filiación divina que va más allá que la simple dependencia de Dios. La felicidad del enamoramiento y del arrepentimiento.
La antropología cristiana es, asimismo, la centralidad de Jesucristo basada en el encuentro diario con Él y en el vivir, por Él, con Él y en Él. De ahí la búsqueda incesante de Cristo, con vehemencia. Como afirmaba Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus Caritas est, n.1).
Es decir, Dios no comunica solamente una verdad. A través de los hombres se comunica a sí mismo: esa es la gracia: “la participación de la naturaleza divina en la criatura racional”. Así pues, la palabra clave es “comunión”. De hecho, oiremos muchas veces: “Ha llegado el momento de pasar a la acción, pero ¿para hacer qué? La única cosa para la que hemos nacido es la comunión”.
La revolución que preconiza el papa Francisco está explicada en la “Frattelli tutti”: la revolución del amor”. Pues si todos nos pusiéramos a vivir la caridad el mundo cambaría radicalmente.
José Carlos Martín de la Hoz
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