Con este duro y falso título el célebre escritor Álvaro Pombo (Santander 1939), arranca sus memorias acerca de Dios, dirigidas a un público culto y, en cierto modo, cautivado a por la lectura de sus obras que, habitualmente, no suelen ser ensayos sino narrativa. Indudablemente, afirmamos que a Dios se llega por la oración, por la oración personal, y, precisamente, el trato personal con Jesucristo es el gran ausente de estas memorias.
Pombo tiene fe pues está bautizado y conoce lo suficiente sobre Jesucristo y reconoce que ha rezado, por lo que bastaría con que se hubiera dirigido a él en los siguientes años, confiadamente, para creer. Siempre es Jesucristo quien da el primer paso, de ahí que estas memorias contienen mucha sinceridad y muchas ausencias (por lo que no cuenta) que se perdonan para que no rebrote su horror al pecado y a la culpa que manifiesta angustiado en los primeros capítulos y que se arreglan haciendo oración.
Efectivamente, hay poesías citadas por el autor que parecen oración pero que no lo son, pues falta el elemento clave: la relación personal y la cercanía: “Dios se presenta como lo inaccesible” (37). Enseguida comentará Pombo que la justicia divina debía ser aplacada y así lo explicará san Anselmo en su tratado “Cur Deus homo?”. Es decir, hacía falta la redención (41). Lástima que Pombo, en vez de leer a Amstrong, hubiera acudido a san Alfonso María de Ligorio y a su enseñanza de amor y misericordia, como ha incidido el papa Francisco.
Más adelante, Pombo se detiene a examinar cómo era su relación personal con Jesucristo (49). Desgraciadamente, se refiere solo a la oración de petición y poco más. Aquí radica la cuestión: no haber aprendido a hablar con él (52). Enseguida llega el capítulo más triste de este libro: la ausencia de la devoción a la Virgen (60). San Juan Pablo II se dolía hondamente cuando afirmaba que “la mayoría de los europeos vivían como si Dios no existiera”, lo cual es una verdad muy dura, pues sin la conversación con Jesús es muy difícil tener paz y felicidad en el alma (109).
En las páginas dedicadas a los ángeles tomada de la “Suma Teológica” del Aquinate, habrá que recordar a Pombo que en santo Tomas “esse y actus essendi” no se traducen por “esencia y existencia”, según la terminología de Suarez, sino por “acto de ser y esencia” (115). En cualquier caso, para Pombo es igual, pues no cree en la existencia de los ángeles y los denomina una “ficción” o como diría Ockham un “flatus vocis”.
Un poco más adelante vuelve a la cuestión central: “la muerte redentora en la cruz”. En vez de dirigirse y preguntarle al crucificado el porqué, realiza una comparación ridícula con los superhombres que distraen al lector de la cuestión (150). Lo que está en juego es la salvación del alma y su felicidad terrena: Cristo ha triunfado sobre el pecado (161).
Asimismo, tomando pie de Panikkar, nuestro autor acomete la experiencia mística para criticar al autor hindú pues afirma que es algo real (178). Es interesante que Pombo termine su libro negando directamente a Dios bajo el nombre de “ficción suprema” (179). Finalmente se recogen las cartas entre Pombo y su editor.
José Carlos Martín de la Hoz
Álvaro Pombo, La ficción suprema. Un asalto a la idea de Dios, ediciones Rosamerón, Barcelona 2022, 252 pp.