Es interesante conocer el dato que ediciones Herder ha publicado prácticamente todas las obras del profesor e investigador canadiense Jean Grondin (1955), autor de este libro, formado en las universidades de Montreal, Heidelberg y Tubinga, actualmente profesor titular de filosofía de la religión en la universidad de Montreal.
Vamos a recordar seguidamente algunos pasajes de este interesante ensayo sobre la filosofía de la religión. En los prolegómenos, se plantea el fondo del problema: el sentido de la vida, Dios y la religión. Desde luego esto es mucho más sustancioso e interesante que el concepto de la nada y del azar que presentan algunos aventurados ateos de todos los tiempos (13).
Es interesante caer en la cuente que las respuestas agnósticas a la cuestión del sentido de la vida se han tomado prestadas de la religión y que gran parte de los argumentos para fundamentar la dignidad de la persona humana y la importancia de luchar contra la injusticias y desigualdades que llenan este mundo también proceden de allí (15).
Enseguida, nuestro autor recurrirá al “de civitate Dei” y, en general, a la magna obra de San Agustín, quien afirmaba que el hombre realmente es un enigma para el hombre, es más, nos dirá, que la sabiduría y “La filosofía brota de ese enigma, sin ignorar que la religión busca darle respuesta. La tarea de una filosofía de la religión es meditar acerca del sentido de cesa respuesta y del lugar que ella puede tener en la existencia humana, individual y colectiva” (16). Indudablemente, desde Descartes partimos de la experiencia humana más que de las pruebas externas de la existencia de Dios: bondad, belleza, orden (19).
El nominalismo es verdaderamente pegajoso e incómodo por ser hiperrealista y experimental, táctil y fenomenológico: “no existen para la modernidad mas que entidades individuales y materiales. Conocer estas realidades ya no es conocer una esencia, sino constatar regularidades o leyes en el seno de las realidades, puestas como primeras” (24). Consecuentemente, nos dirá: “Dios no existe para una cierta modernidad, o existe únicamente como una superstición inventada por el cerebro humano” (25).
Enseguida, se referirá al problema del cientifismo, como sustitutivo de la religión y su fe ciega en el progreso que llevó a la humanidad a dos guerras mundiales y dos bombas atómicas por no respetar la dignidad de la persona humana ni la razón superior que se revela en el mundo de la experiencia, es decir Dios (29).
Respecto al problema funcional “Solo se puede criticar la religión cuando se tiene algo mejor que proponer, una religión mejor de alguna manera” (45). Después volverá a Cicerón para quien religión viene de “relegere” (92). Enseguida volverá a Lactancio quien entiende religión como “religare” (99) y llegará a san Agustín para quien religión es “re-elegir” (103) y finalmente con santo Tomás será una virtud (119).
José Carlos Martín de la Hoz
Jean Grondin, La filosofía de la religión, Herder, Barcelona 2010, 166 pp.